Es lo contrario a la motivación por el miedo. En sus formas elementales es tan antigua como la del miedo. Es la promesa de recompensas para lograr ciertos objetivos. En la vida del hombre esta motivación comienza incluso antes que la del miedo. Es frecuente que el hombre trabaje por las recompensas de la vida.
La motivación mediante incentivos puede funcionar, sin embargo, su mayor debilidad reside en las consecuencias de este sistema en el apetito humano. Tan pronto como un deseo se ve satisfecho, deja de ser deseo y ya no motiva.
Además, lo que en un momento satisface, puede dejar de satisfacer.
La motivación mediante incentivos no satisface la necesidad más elevada del hombre: su necesidad de realización. No altera sus actitudes básicas hacia la vida y hacia el mismo. Tampoco lo inspira para alcanzar la grandeza que podría ser suya. Sólo lo impulsa para que sea comparativamente mejor.
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