Oh, Dios Mío, ¿por favor podrías repetir eso? ¿Podrías decir eso otra vez?
No he designado a ningún grupo cultural o étnico como Mi elegido y no he designado ningún camino hacia Mí como el camino correcto. Tampoco he escogido a alguna nación o religión para otorgarles favores especiales, ni le he concedido a un género o a una raza superioridad sobre otra.
Invito a cada ministro, a cada sacerdote, a cada rabino, a cada profesor, a cada gurú, a cada Maestro, a cada reina, a cada líder, a cada nación, a cada partido político, a emitir una declaración que sanaría el mundo:
EL NUESTRO NO ES UN CAMINO MEJOR, ES SÓLO DIFERENTE.
Si lo hicieran, el mundo cambiaría de la noche a la mañana.
Quizá entonces podríamos dejar de matarnos los unos a los otros. Quizá entonces podríamos dejar de odiarnos. Quizá entonces ya no repetiríamos episodios como el de Kosovo y Auschwitz, terminarían las guerras sin fin en Irlanda, los conflictos raciales en Estados Unidos y los prejuicios étnicos, sociales y culturales alrededor del mundo, situaciones que conducen a tan crueldad y sufrimiento.
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