No se necesita un milagro para hacer de nuestra vida un agradable viaje de placer. Se trata simplemente de aprender a ser feliz.
¿Existe la Felicidad?
Frente a esta pregunta, muchos dirían, sin dudarlo un instante, que no existe. Otros, un poco más entusiastas, optarían por asegurar que hay momentos felices. Finalmente, muy pocos responderían de manera afirmativa a la cuestión, éstos seguramente han tenido la oportunidad de comprobar que la felicidad se aprende.
Para ello, debemos dejar a un lado nuestras fronteras cotidianas, abriéndonos a nuevas experiencias que nos permitan detenernos, apreciar todo lo bueno que hay a nuestro alrededor, respirar hondo y simplemente disfrutar. No se trata de ganar un premio millonario que resuelva de un golpe todas las dificultades, tampoco de conformarnos sin remedio, lamentándonos por lo que no tenemos y en muchos casos esperando el milagro que nos libre de la causa de nuestra insatisfacción. Se trata, simplemente, de aprender a vivir de otra manera.
Este camino lo conducirá a vivir plenamente, dejando a un lado la tristeza y las energías negativas.
Elegir las actividades gratificantes
Salir con amigos, asistir a un grupo de autoayuda, tener un hobby, leer un buen libro, ahorrar el dinero para comprar algo que realmente nos gusta, escribir poemas, hacer paseos por lugares agradables, etc. La lista de tareas capaces de darnos placer día a día es infinita.
Disfrutar de los momentos y las cosas simples
Si esperamos determinada causa para ser felices (por ejemplo: comprar una casa, tener mejor suerte, conseguir otro trabajo, ganar más dinero) nos pasaremos la vida sin llegar a serlo. Tenemos que vivir el momento presente programándonos para lograr nuestros objetivos, pero a la vez disfrutando de lo que tenemos, ya que las cosas simples pueden darnos una enorme felicidad diariamente.
Aprender a ver las cosas
Todos los acontecimientos tienen su parte positiva, la cuestión es desarrollar la capacidad que nos permita darnos cuenta de todo lo bueno que hay a nuestro alrededor para ponerlo a nuestro favor.
Tomar de las experiencias desagradables aquello que contribuye a nuestro crecimiento espiritual.
Cuando somos víctimas de la fatalidad, sólo pensamos en nuestra desgracia y envidiamos a aquellos a quienes todo les sale bien. Sin embargo, debemos considerar que las experiencias desagradables forman parte de la vida de todas las personas y que tenemos que aprender a superarlas para salir adelante.
Creer firmemente que podemos y merecemos ser felices
¿Por qué pensar que otros tienen más suerte que nosotros o que nunca lograremos nuestras metas? Si al levantarnos cada día emprendemos la jornada con ganas y con la certeza de que nos merecemos lo mejor, el mundo nos lo dará, seguramente. Una buena manera de lograrlo será que, al levantarnos cada día nos miremos al espejo y con una sonrisa nos digamos: "Tendré un día positivo que me brindará felicidad".
Animarnos a cambiar
Muchas veces el miedo, la opinión de los otros, la idea de sufrimiento nos paralizan impidiendo que tomemos rumbos diferentes en nuestra vida. ¿Vale la pena que sigamos con una pareja que nos maltrata? ¿Es necesario que sigamos quejándonos de que siempre nos enfermamos, sin decidirnos a ir a un médico? Admitir nuestros errores y atrevernos a tomar conciencia de aquello que nos hace mal a fin de transformarlo, es dar un paso importante en el camino hacia nuestra felicidad.
Desterrar los sentimientos negativos
La envidia, el odio, la culpa, el miedo, el egoísmo son sentimientos que sólo nos hacen daño y nos cierran indefectiblemente las puertas de la felicidad. Debemos ser sencillos y discretos, dar nuestro aprecio a las personas que queremos y - simplemente - alejarnos de los necios y los que tienen malas intenciones o energías negativas.
Confiar en los demás y hacer algo por ellos
La mayor parte de la gente teme - y no sin razón - ser engañada, por lo que no deposita su confianza en los demás. Si nos dejamos llevar y abrimos nuestros sentidos, la intuición nos indicará con claridad quiénes son sinceros y quiénes no lo son: entonces, podremos acercarnos a los primeros y brindarles nuestra ayuda, si la necesitan.
Recordar las experiencias agradables
Debemos aprender a disfrutar de los momentos verdaderamente agradables para luego recordarlos por siempre, no para deprimirnos porque ahora no somos tan felices como en determinada ocasión, sino para sentirnos bien con nosotros mismos. Esta clase de evocaciones podremos compartirlas con nuestros seres queridos, al tiempo que nos dejará en el rostro una sonrisa de plena satisfacción.
Desarrollar una actividad que nos contacte con lo espiritual
Rezar o meditar son tareas que nos pondrán en contacto con la parte más profunda y elevada de nuestro ser, acercándonos a Dios. Este acto realizado cada día, nos permitirá enfrentar de otro modo los problemas, alejando las energías negativas, al tiempo que nos liberará de todo lo superficial para que disfrutemos plenamente de la vida, de la naturaleza y de las relaciones con las personas que amamos.
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