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Humor ¿QUIEN ES MÁS CULPABLE?


Un hombre y una mujer dormían plácida y profundamente como bebés inocentes.

De pronto, como a eso de las 3 de la mañana, se escuchan ruidos fuera de la casa.

La mujer se sobresalta y completamente espantada, le dice al hombre: - #%*$# ¡Ese debe ser mi marido.!!!!

El tipo se levanta espantadísimo y salta loco por la ventana, se estrella contra el piso, cae sobre una enredadera con espinas, se pone de pie, tropieza con un pedazo de madera y encuero empieza a correr hacia su carro.

A los pocos minutos regresa y le dice: - Mujer............... tu Marido soy yo! ! ! ! Y la mujer le contesta:

Ajá!!! ¿Y tu por qué corriste??

¿Quién ES MÁS culpable?

Humor POLITICOS


Un día, mientras caminaba por la calle, un dirigente de un importante partido político es trágicamente atropellado por un camión y muere.
Su alma llega al paraíso (se cree que por un error) y se encuentra en la entrada a San Pedro en persona.

Bienvenido al paraíso. -le dice San Pedro
Antes de que te acomodes, parece que hay un problema.
Verás, muy raramente un alto político ha llegado aquí y no estamos seguros de que hacer contigo.

Lo que haremos será hacerte pasar un día en el infierno y otro en el paraíso, y luego podrás elegir donde pasar la eternidad.
Y con esto San Pedro acompaña al político al ascensor y baja, baja y baja hasta el infierno.

Las puertas se abren y se encuentra justo en medio de un verde campo de golf.
A lo lejos se ve un club y de pie delante de él están todos sus amigos políticos que habían trabajado con el, todos vestidos con traje de noche y muy contentos.

Corren a saludarlo, lo abrazan y recuerdan los buenos tiempos en los que se enriquecían a costa del pueblo.
Juegan un agradable partido de golf y luego por la noche cenan juntos en el club con langosta y caviar.
Comparten la noche con hermosísimas mujeres.

Se encuentra también al Diablo, que de hecho es un tipo muy simpático y se divierte mucho contando chistes y bailando.
Se está divirtiendo tanto que, antes de que se de cuenta, es ya hora de irse.
Todos le dan un apretón de manos y lo saludan mientras sube al ascensor.

El ascensor sube, sube, sube y se reabre la puerta del Paraíso donde San Pedro lo esta esperando.
Ahora es el momento de pasar al paraíso,- le dice.
Así que el político (inescrupuloso, ciertamente), pasa las 24 horas sucesivas pasando de nube en nube, tocando el arpa y cantando.

Antes de que se de cuenta, las 24 horas ya han pasado y San Pedro va a buscarlo.
-Ya has pasado un día en el infierno y otro en el paraíso. Ahora debes elegir tu eternidad.
- Le indica San Pedro.
El Hombre reflexiona un momento y luego responde:

Bueno, el paraíso ha sido precioso, pero creo que he estado mejor en el infierno.

Así que San Pedro lo acompaña hasta el ascensor y otra vez baja, baja, baja y baja hasta el infierno.

Cuando las puertas del ascensor se abren se encuentra en medio de una tierra desierta cubierta de mierda y desperdicios.

Ve a todos sus amigos vestidos con trapos, recogiendo los desperdicios y metiéndolos en bolsas negras.

El Diablo lo alcanza y le pone un brazo en el cuello.
-No entiendo,
-balbucea el político
-Ayer estuve aquí y había lindas mujeres, un campo de golf y un club, y comimos langosta y caviar, y bailamos y nos divertimos mucho.... y...y...ahora todo lo que hay es un terreno desértico lleno de porquerías..., y mis amigos parecen unos miserables, agrega.

El Diablo lo mira, sonríe y dice:

Ayer estábamos en campaña.

Hoy..., ya votaste por nosotros.

TELÉFONOS DE EMERGENCIA:


Cuando estás triste, marque Juan 14.

Cuando personas hablan mal de vos, marque Salmo 27.

Cuando estás nervioso(a), marque Salmo 51.

Cuando estás preocupado(a), marque Mateo 6:19,34.

Cuando estás en peligro, marque Salmo 91.

Cuando Dios parece distante, marque Salmo 63.

Cuando tu fe necesita ser activada, marque Hebreo 11.

Cuando estas solo(a) y con miedo, marque Salmo 23.

Cuando sos áspero y crítico, marque 1 Corintios 13.

Para saber el secreto de la felicidad, marque Colosenses 3:12-17.

Cuando te sientas triste y solo(a), marque Romanos 8:31-39.

Cuando quieras paz y descanso, marque Mateo 11:25-30.

Cuando el mundo parecer mayor que Dios,marque Salmo 90.

Humor RECIÉN CASADOS...


EL: ¡¡ Sí !! Por fin. Que dura fue la espera. No podría aguantar ni un minuto más.
Ella: ¿Quieres dejarme?
EL: Nooo. ¿Estás loca? Ni siquiera lo pienses.
ELLA: ¿ me amas?
EL: Por supuesto, una y otra vez
ELLA: ¿Alguna vez me has sido infiel?
EL: ¡¡¡ Noo !!! Sólo pensarlo me da asco.
ELLA: ¿Me besarías?
EL: En cada oportunidad que tenga
ELLA: ¿Te atreverías a golpearme?
EL: Sabes que no soy ese tipo de hombre
Ella: ¿Puedo confiar en ti?
EL: Sí
Ella: Mi amor!

UNOS 10 AÑOS DESPUÉS...........
Sólo....... LEE HACIA ARRIBA

BAJAR DE PESO


Con tantas palabras, confusión y controversia en los últimos años sobre los 'carbohidratos', quiero darles mi punto de vista sobre los que son saludables y, aprovecharé, para hablar del que es uno de mis favoritos.Primero que nada, aunque no soy un fanático de las dietas 'bajas en carbohidratos', creo que una de las razones principales por la que mucha gente tiene problemas para perder la grasa corporal, es que están consumiendo un exceso de carbohidratos procesados, tales como cereales, pasta, arroz, panecillos, panes de caja (aún las variedades hechas de granos enteros), refrescos embotellados, jugos, dulces, galletas y así sucesivamente.

Es extremadamente difícil perder la grasa corporal si se sobre ingiere cualquiera de estos tipos de carbohidratos (aún si se realiza mucho ejercicio físico). Además de provocar cambios drásticos en el nivel de azúcar en la sangre y sobrecargas de insulina, causando la acumulación directa de grasa en el cuerpo; el ingerir demasiados carbohidratos también incrementa el apetito y la glotonería.Aún las fuentes de carbohidratos que la mayoría de las personas piensan que son 'saludables', en realidad sólo son calorías excedentes que realmente no proporcionan densidad nutricional... y muchos tipos de panes de caja y cereales pretenden ser de 'grano entero', astutamente comercializado, mientras que en realidad el ingrediente principal en ellos es la harina refinada, qué sólo va a elevar los niveles de azúcar en la sangre hasta la cúspide.

REGLAS EN LOS CARBOHIDRATOS
Mi teoría sobre esto, es que la lucha que realiza la mayoría de las personas por perder grasa corporal, sería mucho más sencilla si siguieran estas reglas:

1. Reducir los productos confeccionados a base de granos en su dieta (cereal, pasta, arroz, galletas, etc.) y enfocarse más en el saludable consumo de carnes y huevos de granja y/o de animales alimentados diariamente con hierba natural y toneladas de vegetales.

2. En lugar de obtener una gran cantidad de carbohidratos de los granos, trata de obtener la mayoría de ellos en los vegetales, papas dulces y de diversas frutas y moras enteras (NO de los jugos de frutas, que eliminan la fibra benéfica, así como otras partes esenciales de la fruta).

3. Si vas a consumir cualquier tipo de grano, enfócate en los que son más ricos en nutrientes y fibras, los germinados y la fibra. Esto significa que las mejores partes se obtienen del salvado en lugar de la harina, y usa arroz integral y germinado de trigo, añadiéndoselos al yogurt, queso cottage, ensaladas, sopas, etc. De esta forma obtienes las partes nutritivas más benéficas del grano, sin todo el exceso de la fécula y las calorías.

4. Para reemplazar el vacío, si estás acostumbrado a comer mucho pan, pasta, cereales y otras fuentes de carbohidratos, trata de llenarlo con más grasas saludables, tales como nueces, semillas, aguacates, mantequillas de nueces, así como con proteínas saludables como las carnes de ganado alimentado diariamente con hierba natural, huevos enteros orgánicos de granja, etc.

Las grasas saludables y las proteínas van a satisfacer ampliamente tu apetito, controlando las hormonas apropiadas y los niveles de azúcar en la sangre, ayudándote a obtener un progreso real en la pérdida de grasa.Después de todo lo anterior, te hablaré de cuál es mi fuente favorita de carbohidratos, la cual es alta en fibra y contiene toneladas de vitaminas, minerales y antioxidantes:Papas dulces o patatas dulces o camotesSiempre elijo las variedades de color naranja, en lugar de las variedades blancas.

Uno de los problemas con las papas dulces es el tiempo que toman para hornearse, que es entre 1 y 1.5 horas.Yo cocino mis patatas dulces de una manera diferente que sólo requiere 5 minutos y quedan deliciosas... y no, yo NUNCA usaría un horno de microondas (Mas adelante te enviare un boletín donde te hablaré del por qué nunca debe usarse un horno de microondas para cocinar).La manera más fácil y rápida que yo he encontrado para cocinar una papa dulce es, cortarla en rebanadas muy delgadas y colocarlas en una sartén que puedas cubrir con una tapa.

Yo le añado un toque de mantequilla, aceite virgen de coco (triglicéridos de cadena media - benéfica) y 3 o 4 cucharadas de agua, la tapo y la cuezo a fuego lento durante 5 minutos.Cuando las papas dulces están suaves, les añado un poco de canela y tal vez un toque de stevia o miel (si se desea más dulce) y ya está listo tu delicioso y saludable platillo de carbohidratos, ideal para acompañar cualquier guiso de carne. Agrégale una ensalada y obtendrás el plan alimenticio para obtener el cuerpo esbelto perfecto.

COMER FRUTAS CON EL ESTÓMAGO VACÍO


La fruta, es principalmente fructosa (que puede ser transformada con facilidad en glucosa), en la mayoría de las veces es 90-95% agua.

Eso significa que está limpiando y alimentando al mismo tiempo.

El único problema con las frutas, es que la mayoría de las personas no sabemos como comerlas, de forma de permitir que su cuerpo asimile efectivamente sus nutrientes.

Se deben comer las frutas siempre con el estómago vacío.

¿Por qué?

La razón es que las frutas en principio, no son digeridas en el estómago, son digeridas en el intestino delgado.

Las frutas pasan rápidamente por el estómago, de ahí pasan al intestino, donde liberan sus azúcares.

Mas si hubiere carne, papas o almidones en el estómago, las frutas quedan presas y ellas comienzan a fermentar.

Si usted comió una fruta de postre, luego de una cena y pasó el resto de la noche con pesadez en el estómago y un desagradable sabor en la boca, es porque usted no comió de la manera adecuada.

Se debe comer las frutas, siempre con el estómago vacío.

Usted no debe tomar jugo envasado en lata o en recipientes de vidrio.

¿Por qué no?

La mayoría de las veces el jugo es calentado en el proceso de producción y su estructura original se vuelve ácida, además de los conservadores.

¿Desea hacer la más valiosa compra que pudiera?

Compre un extractor.

Usted podrá ingerir el jugo extraído con el extractor como si fuese fruta, con el estómago vacío.

El jugo será digerido tan de prisa, que usted podrá comer un refrigerio quince o veinte minutos después.

El Dr. William Castillo, jefe de la famosa clínica cardiológica Framington de Massachussets, declaró, que la fruta es el mejor alimento que podemos comer para protegernos contra las enfermedades del corazón.

Dice que las frutas contienen bioflavonoides, que evitan que la sangre se espese y obstruya las arterias.

También fortalecen los vasos capilares, y los vasos capilares débiles que casi siempre provocan sangrados internos y ataques cardíacos.

Ahora, una cosa final que me gustaría que siempre mantuviese en su mente sobre las frutas:

¿Cómo se debe comenzar el día?

¿Qué se debe comer en el desayuno?

¿Usted piensa que es una buena idea salir de la cama y llenar su sistema con una tremenda cantidad de alimentos (principalmente café y pan blanco con mantequilla) que le llevará el día entero para digerir?

Claro que no.

Lo que usted requiere es algún alimento que sea de fácil digestión, las frutas que el cuerpo puede absorber de inmediato y que ayuda a limpiarlo.

Al levantarse, durante el día, o cuando sea confortablemente posible, coma sólo frutas frescas y jugos hechos en el momento.

Mantenga este esquema hasta por lo menos el medio día, diariamente.

Cuanto mas tiempo queden solo las frutas en su cuerpo, mayor oportunidad de ayudar a limpiarlo.

Si usted empieza a cambiar los 'hábitos' con las que acostumbra llenar su cuerpo al iniciar el día, sentirá un nuevo torrente de vitalidad y energía tan intensa que no lo podrá creer.

Inténtelo durante los próximos diez días y véalo por si mismo.

Los chinos y los japoneses beben té caliente (de preferencia te verde) durante las comidas.

Nunca agua helada o bebidas heladas; Deberíamos adoptar este hábito.

“Los líquidos helados durante o después de las comidas, solidifican los componentes oleosos de los alimentos, retardando la digestión.

Reaccionan con los ácidos digestivos y serán absorbidos por el intestino más rápido que los alimentos sólidos, demarcando el intestino y endureciendo las grasas, que permanecerán por más tiempo en el intestino.

Dele valor a un té caliente, o hasta agua caliente después de una comida.

Facilita la digestión y ablanda las grasas para ser expelidas más rápidamente, lo que también ayudará a adelgazar.

Un cardiólogo, dice que si cada persona que recibe esta información lo transmite a 10 personas, podrá tener la certeza de que salvará por lo menos una vida.

Yo ya hice mi parte, al compartirlos con ustedes.

Humor PICANTE


PIROPO
Le pedí a dios una flor y me dio un jardín,le pedí un árbol y me dio un bosque,le pedí un una cita y me dio tu número de teléfono.De vos depende que siga siendo creyente.
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E-MAIL A LA ESPOSA
Querida: La policía ha hallado un cuerpo quemado, con dentadura Postiza, peluca, y cuerpo un poco deforme...Por favor, responde este mensaje para saber que estas bien.
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HOROSCOPO
He leído tu horóscopo de 2008Salud: los astros te sonríenDinero: los astros te sonríen..Sexo: los astros se mueren de la risa.
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Un hombre entra al confesionario en una Iglesia.
- Padre,... Me quiero confesar.- Si hijo, dime ¿Cuales son tus pecados?- Padre... He sido infiel a mi esposa, soy productor de cine, la Semana pasada me acosté con Jennifer López, Cameron Díaz
y Cindy Crawford.- Lo siento hijo, pero no te puedo absolver.- Pero... ¿ Por que no, Padre ? Si la misericordia de Dios es Infinita.- pero ni Dios ni yo te vamos a creer que estás ARREPENTIDO!!!!
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Por Amor o Interés...
Un amigo le dice al otro:- Tú que piensas que tu esposa cuando se acuesta contigo ¿Lo hace por amor o por interés?.- La mía lo hace por amor...- ¿Como estás tan seguro?- Porque lo que es interés, no pone ninguno.
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Una joven rebelde muy liberada, entra en un bar completamente Desnuda. Se para frente al camarero y le dice:- ¡Deme una cerveza bien helada!.El camarero se queda mirándola de arriba a abajo...- ¿Que pasa? - dice ella- ¿Nunca ha visto a una mujer desnuda?.- Sí, muchas veces- ¿Y entonces que mira?. -- ¡Quiero ver de donde va a sacar el dinero para pagar la cerveza!.
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P: Conoces el castigo para la bigamia?R: Tener dos suegras.
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P: Cual es la diferencia entre un terrorista y una suegra?R: Con el terrorista se puede negociar.
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Llegan los novios a la luna de miel y el novio le dice a la novia:-Mi amor...pero.... Tu no eres virgen!Y ella responde:-Ni tu San Jose....!!! Ni esto es un pesebre!......
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Una pareja de ancianos discute.El: -Cuando te mueras voy a comprar una lapida que diga: 'Aqui Yace mi mujer, tan fria como siempre'..Ella: -Y yo voy a poner: -'Aqui yace mi marido, al fin rigido!'.
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El italiano en el hospital esperando a que la mujer de a luz, sale el medico y dice:- Han sido quintillizos.- Es que tengo un cañon! -dice el hombre orgulloso.- A ver si lo limpia entonces, porque han salido negros.
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SUPERMAN
Unos amigos se encuentran en el bar, Pedro va golpeadisimo y Juan Le dice:- Pero quien te atropello ???- Mi mujer... Responde Pedro.- Te atravesaste cuando iba en reversa, o que paso?- No hermano... Me pego porque llegue a la casa como Superman.- Como Superman ????? Que hiciste, llegaste volando?- No boludo... Llegue con los calzoncillos encima de los pantalones.
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Maria, que felices eramos hace 15 años...
-Pero si no nos conociamos...-Por eso Maria... Por eso.

CONTROLANDO EL ESTRÉS


El industrial y filántropo norteamericano John D. Rockefeller (1839-1937) fue un hombre de origen modesto, sin embargo llegó a acumular una inmensa fortuna. Standard Oil, su empresa petrolera, se hubo extendido en tal manera que absorbió a sus competidores y su grupo llegó a ser el mayor monopolio conocido.
A los 53 años de edad, su ambiciosa carrera le cobró factura. Con varias enfermedades digestivas y sufriendo múltiples síntomas, perdió el cabello, adelgazó y se le hundieron los hombros. Con su espalda encorvada llegó a tener la apariencia de un hombre mucho mayor de lo en realidad era. Apenas si podía mantenerse en pie.Era el hombre más rico del mundo, y sin embargo, con todos sus recursos no podía comprar la salud. El estrés casi lo había matado, sin embargo pudo sobrevivir a su crisis y superarla y vivir gozando de salud hasta los 98 años de edad.

¿Cuál fue el secreto de su recuperación y larga vida?Su tratamiento no fue un tratamiento costoso, ni estaba basado en altas complejidades médicas.
1.- Evite las preocupaciones en toda circunstancia-
2.- Descanse lo suficiente y haga mucho ejercicio moderado al aire libre.
3.- Cuide su régimen alimentario.A partir de allí su salud se fue recuperando, aprendió a invertir mejor su dinero practicando el verdadero amor a sí mismo como a su prójimo. Incrementó su función de benefactor y filántropo.

Ya en 1897, no se dedicaba al petróleo sino a repartir sus bienes. En el momento de su muerte había donado 500 millones de dólares, dejando tras de sí, centros de investigaciones, universidades y fundaciones que hoy llevan su nombre y que siguen impartiendo cultura, ciencia y bienestar.

Cuando nos enfrentamos a los problemas y estos nos causan frustración podemos tomar varias actitudes:-obstinación-evitación-agresión -agresión sin éxito -abandono Todas estas maneras son improductivas absolutamente.

Las frustraciones requieren análisis y toma de decisiones encauzada a desmontar los obstáculos con paciencia y determinación.

Es siempre mejor pensar que tenemos un trabajo, una situación a resolver y no un problema.

LA DIFERENCIA QUE MARCA LA DIFERENCIA


Estamos siempre pensando en algo que podamos hacer, soñamos fantásticos viajes, o que tenemos cualquier cosa mucho mejor. O simplemente pensamos en que podemos darle mejores placeres a nuestra familia, y eso, ¿Quien no lo ha soñado?.Pero el problema esta en que cuando pensamos en algo, sin analizar mucho,la idea se viene abajo, por cualquier razón, menos por la que debiera ser la fundamental.

Si, la fundamental es: que usted no pueda, por encima de lo que sea, el único que puede decidir si puede o no, es usted.Solo basta con aprender a percibir las oportunidades que encuentras durante tu vida, para muchos fracasados, se llama suerte.

Como sabemos la felicidad significa apreciar lo que ya ha conseguido, por esta razón ya no necesitamos nada mas, usted acepta que lo que ha conseguido, solo es una cuestión de aceptarlo mentalmente.Pero, alguna cosa le impide que usted quiera algo más, ser un poquito más ambicioso.La situación a resolver es mezclar la felicidad con el éxito.

Primero que todo debe pensar en usted. Diga yo si puedo, yo creo en que aquello puedo hacerlo.Piense por unos instantes que usted es el único en el universo, y que para que este continué depende de lo que usted valla hacer, dejarías al mundo que se acabe, claro que no, deje de oír aquellos malos consejos que lo alejan de su éxito como persona.

Mire en su interior, y perciba que le esta pasando ahora mismo, ¿que tiene?, ¿que ve a su alrededor?. ¿Como se siente en este momento?¿Como van esos sueños que acaricia por hace muchos años?¿Se han realizados del todo? Se siente económicamente independiente, le alcanza con lo que obtiene de su sueldo.

Estas y muchas preguntas mas deben hacerse a diario sin encontrar una verdadera respuesta, digo verdadera a la que realmente nos responda de manera positiva cada una de nuestras quejas ante la vida y sobre todo a la parte económica· ¿Por que algunas personas tienen éxito en la vida y otras no lo consiguen?· ¿Como se alcanza el éxito?· ¿Cual es el secreto de las personas que lo obtienen?Todo es muy simple, pero no fácil, depende de usted.La vida que usted lleva, la ha creado usted; por ende, usted pudiera mejorarla. El éxito esta en usted, lo tiene en sus manos, esa fuerza especial que hay dentro de ti, hay que aprender a usarla en su beneficio.Ahora pensemos por un momento en esta interrogante: En cuanto difiere una persona con éxito a otra que no lo ha alcanzado aun.Pues miren este ejemplo:El éxito se puede medir en centímetros, en una carrera de caballos, el caballo que alcanzo el primer lugar gano $15000 y el segundo $5000.

Pero el segundo lugar llego por un pequeño margen (centímetros) del primero.No podemos decir que el ganador del primer lugar según el premio es tres veces superior al segundo. Si cogemos los centímetros de diferencia y lo dividimos entre la distancia recorrida, entonces nos daríamos cuenta que el esfuerzo por ambos caballos fue casi el mismo.Vamos a suponer que corrieron 1000 metros y la diferencia fue de 0.5 metros entonces:0.5/1000=0.0005.El segundo debió hacer un esfuerzo muy ínfimo para pasar al primero. Ahora podemos concluir que una pequeña diferencia en la ejecución nos lleva a una gran diferencia en los resultados, en el plazo de una semana todos recordaran el nombre del caballo vencedor y habrán olvidado al segundo lugar.

Pero la diferencia entre ambos fue muy pequeña.La vida es así en este sentido, un profesional que gane tres veces mas que otro no esta haciendo tres veces mas de esfuerzo, ni mucho menos tiene el triple de conocimientos o de inteligencia. La diferencia es mínima, pero es la “DIFERENCIA QUE MARCA LA DIFERENCIA” Por eso debemos pensar siempre en grande, aunque en algún momento no seamos ganadores, saber que la diferencia en el esfuerzo y nuestra dedicación en alcanzar las metas nos pueden llevar a alcanzar buenos resultados.

El poder esta en ti.

ENCENDER UNA HOGERA


Acababa de amanecer un día gris y frío, enormemente gris y frío, cuando el hombre abandonó la ruta principal del Yukón y trepó el alto terraplén por donde un sendero apenas visible y escasamente transitado se abría hacia el este entre bosques de gruesos abetos. La ladera era muy pronunciada, y al llegar a la cumbre el hombre se detuvo a cobrar aliento, disculpándose a sí mismo el descanso con el pretexto de mirar su reloj. Eran las nueve en punto. Aunque no había en el cielo una sola nube, no se veía el sol ni se vislumbraba siquiera su destello. Era un día despejado y, sin embargo, cubría la superficie de las cosas una especie de manto intangible, una melancolía sutil que oscurecía el ambiente, y se debía a la ausencia de sol. El hecho no le preocupaba. Estaba hecho a la ausencia de sol. Habían pasado ya muchos días desde que lo había visto por última vez, y sabía que habían de pasar muchos más antes de que su órbita alentadora asomara fugazmente por el horizonte para ocultarse prontamente a su vista en dirección al sur.
Echó una mirada atrás, al camino que había recorrido. El Yukón, de una milla de anchura, yacía oculto bajo una capa de tres pies de hielo, sobre la que se habían acumulado otros tantos pies de nieve. Era un manto de un blanco inmaculado, y que formaba suaves ondulaciones. Hasta donde alcanzaba su vista se extendía la blancura ininterrumpida, a excepción de una línea oscura que partiendo de una isla cubierta de abetos se curvaba y retorcía en dirección al sur y se curvaba y retorcía de nuevo en dirección al norte, donde desaparecía tras otra isla igualmente cubierta de abetos. Esa línea oscura era el camino, la ruta principal que se prolongaba a lo largo de quinientas millas, hasta llegar al Paso de Chilcoot, a Dyea y al agua salada en dirección al sur, y en dirección al norte setenta millas hasta Dawson, mil millas hasta Nulato y mil quinientas más después, para morir en St. Michael, a orillas del Mar de Bering.

Pero todo aquello (la línea fina, prolongada y misteriosa, la ausencia del sol en el cielo, el inmenso frío y la luz extraña y sombría que dominaba todo) no le produjo al hombre ninguna impresión. No es que estuviera muy acostumbrado a ello; era un recién llegado a esas tierras, un chechaquo, y aquel era su primer invierno. Lo que le pasaba es que carecía de imaginación. Era rápido y agudo para las cosas de la vida, pero sólo para las cosas, y no para calar en los significados de las cosas. Cincuenta grados bajo cero significaban unos ochenta grados bajo el punto de congelación.

El hecho se traducía en un frío desagradable, y eso era todo. No lo inducía a meditar sobre la susceptibilidad de la criatura humana a las bajas temperaturas, ni sobre la fragilidad general del hombre, capaz sólo de vivir dentro de unos límites estrechos de frío y de calor, ni lo llevaba tampoco a perderse en conjeturas acerca de la inmortalidad o de la función que cumple el ser humano en el universo. Cincuenta grados bajo cero significaban para él la quemadura del hielo que provocaba dolor, y de la que había que protegerse por medio de manoplas, orejeras, mocasines y calcetines de lana. Cincuenta grados bajo cero se reducían para él a eso... a cincuenta grados bajo cero. Que pudieran significar algo más, era una idea que no hallaba cabida en su mente.

Al volverse para continuar su camino escupió meditabundo en el suelo. Un chasquido seco, semejante a un estallido, lo sobresaltó. Escupió de nuevo. Y de nuevo crujió la saliva en el aire, antes de que pudiera llegar al suelo. El hombre sabía que a cincuenta grados bajo cero la saliva cruje al tocar la nieve, pero en este caso había crujido en el aire. Indudablemente la temperatura era aún más baja. Cuánto más baja, lo ignoraba. Pero no importaba. Se dirigía al campamento del ramal izquierdo del Arroyo Henderson, donde lo esperaban sus compañeros. Ellos habían llegado allí desde la región del Arroyo Indio, atravesando la línea divisoria, mientras él iba dando un rodeo para estudiar la posibilidad de extraer madera de las islas del Yukón la próxima primavera.

Llegaría al campamento a las seis en punto; para entonces ya habría oscurecido, era cierto, pero los muchachos, que ya se hallarían allí, habrían encendido una hoguera y la cena estaría preparada y aguardándolo. En cuanto al almuerzo... palpó con la mano el bulto que sobresalía bajo la chaqueta. Lo sintió bajo la camisa, envuelto en un pañuelo, en contacto con la piel desnuda. Aquel era el único modo de evitar que se congelara. Se sonrió ante el recuerdo de aquellas galletas empapadas en grasa de cerdo que encerraban sendas lonchas de tocino frito.
Se introdujo entre los gruesos abetos. El sendero era apenas visible. Había caído al menos un pie de nieve desde que pasara el último trineo. Se alegró de viajar a pie y ligero de equipaje. De hecho, no llevaba más que el almuerzo envuelto en el pañuelo. Le sorprendió, sin embargo, la intensidad del frío. Sí, realmente hacía frío, se dijo, mientras se frotaba la nariz y las mejillas insensibles con la mano enfundada en una manopla. Era un hombre velludo, pero el vello de la cara no lo protegía de las bajas temperaturas, ni los altos pómulos, ni la nariz ávida que se hundía agresiva en el aire helado.

Pegado a sus talones trotaba un perro esquimal, el clásico perro lobo de color gris y de temperamento muy semejante al de su hermano, el lobo salvaje. El animal avanzaba abrumado por el tremendo frío. Sabía que aquél no era día para viajar. Su instinto le decía más que el raciocinio al hombre a quien acompañaba. Lo cierto es que la temperatura no era de cincuenta grados, ni siquiera de poco menos de cincuenta; era de sesenta grados bajo cero, y más tarde, de setenta bajo cero. Era de setenta y cinco grados bajo cero. Teniendo en cuenta que el punto de congelación es treinta y dos sobre cero, eso significaba ciento siete grados bajo el punto de congelación. El perro no sabía nada de termómetros. Posiblemente su cerebro no tenía siquiera una conciencia clara del frío como puede tenerla el cerebro humano. Pero el animal tenía instinto.

Experimentaba un temor vago y amenazador que lo subyugaba, que lo hacía arrastrarse pegado a los talones del hombre, y que lo inducía a cuestionarse todo movimiento inusitado de éste como esperando que llegara al campamento o que buscara refugio en algún lugar y encendiera una hoguera. El perro había aprendido lo que era el fuego y lo deseaba; y si no el fuego, al menos hundirse en la nieve y acurrucarse a su calor, huyendo del aire.

La humedad helada de su respiración cubría sus lanas de una fina escarcha, especialmente allí donde el morro y los bigotes blanqueaban bajo el aliento cristalizado. La barba rojiza y los bigotes del hombre estaban igualmente helados, pero de un modo más sólido; en él la escarcha se había convertido en hielo y aumentaba con cada exhalación. El hombre mascaba tabaco, y aquella mordaza helada mantenía sus labios tan rígidos que cuando escupía el jugo no podía limpiarse la barbilla. El resultado era una barba de cristal del color y la solidez del ámbar que crecía constantemente y que si cayera al suelo se rompería como el cristal en pequeños fragmentos.

Pero al hombre no parecía importarle aquel apéndice a su persona. Era el castigo que los aficionados a mascar tabaco habían de sufrir en esas regiones, y él no lo ignoraba, pues había ya salido dos veces anteriormente en días de intenso frío. No tanto como en esta ocasión, eso lo sabía, pero el termómetro en Sesenta Millas había marcado en una ocasión cincuenta grados, y hasta cincuenta y cinco grados bajo cero.

Anduvo varias millas entre los abetos, cruzó una ancha llanura cubierta de matorrales achaparrados y descendió un terraplén hasta llegar al cauce helado de un riachuelo. Aquel era el Arroyo Henderson. Se hallaba a diez millas de la bifurcación. Miró la hora. Eran las diez. Recorría unas cuatro millas por hora y calculó que llegaría a ese punto a las doce y media. Decidió que celebraría el hecho almorzando allí mismo.

Cuando el hombre reanudó su camino con paso inseguro, siguiendo el cauce del río, el perro se pegó de nuevo a sus talones, mostrando su desilusión con el caer del rabo entre las patas. La vieja ruta era claramente visible, pero unas doce pulgadas de nieve cubrían las huellas del último trineo. Ni un solo ser humano había recorrido en más de un mes el cauce de aquel arroyo silencioso. El hombre siguió adelante a marcha regular. No era muy dado a la meditación, y en aquel momento no se le ocurría nada en qué pensar excepto que comería en la bifurcación y que a las seis de la tarde estaría en el campamento con los compañeros. No tenía a nadie con quien hablar, y aunque lo hubiera tenido le habría sido imposible hacerlo debido a la mordaza que le inmovilizaba los labios. Así que siguió adelante mascando tabaco monótonamente y alargando poco a poco su barba de ámbar.

De vez en cuando se reiteraba en su mente la idea de que hacía mucho frío y que nunca había experimentado temperaturas semejantes. Conforme avanzaba en su camino se frotaba las mejillas y la nariz con el dorso de una mano enfundada en una manopla. Lo hacía automáticamente, alternando la derecha con la izquierda. Pero en el instante en que dejaba de hacerlo, los carrillos se le entumecían, y al segundo siguiente la nariz se le quedaba insensible.

Estaba seguro de que tenía heladas las mejillas; lo sabía y sentía no haberse ingeniado un antifaz como el que llevaba Bud en días de mucho frío y que le protegía casi toda la cara. Pero al fin y al cabo, tampoco era para tanto. ¿Qué importancia tenían unas mejillas entumecidas? Era un poco doloroso, es cierto, pero nada verdaderamente serio.

A pesar de su poca inclinación a pensar era buen observador y reparó en los cambios que había experimentado el arroyo, en las curvas y los meandros y en las acumulaciones de troncos y ramas provocadas por el deshielo de la primavera. Tenía especial cuidado en mirar dónde ponía los pies. En cierto momento, al doblar una curva, se detuvo sobresaltado como un caballo espantado; retrocedió unos pasos y dio un rodeo para evitar el lugar donde había pisado. El arroyo, el hombre lo sabía, estaba helado hasta el fondo (era imposible que corriera el agua en aquel frío ártico), pero sabía también que había manantiales que brotaban en las laderas y corrían bajo la nieve y sobre el hielo del río. Sabía que ni el frío más intenso helaba esos manantiales, y no ignoraba el peligro que representaban. Eran auténticas trampas. Ocultaban bajo la nieve verdaderas lagunas de una profundidad que oscilaba entre tres pulgadas y tres pies de agua. En ocasiones estaban cubiertas por una fina capa de hielo de un grosor de media pulgada oculta a su vez por un manto de nieve. Otras veces alternaban las capas de agua y de hielo, de modo que si el caminante rompía la primera, continuaba rompiendo sucesivas capas con peligro de hundirse en el agua, en ocasiones hasta la cintura. Por eso había retrocedido con pánico. Había notado cómo cedía el suelo bajo su pisada y había oído el crujido de una fina capa de hielo oculta bajo la nieve. Mojarse los pies en aquella temperatura era peligroso. En el mejor de los casos representaba un retraso, pues le obligaría a detenerse y a hacer una hoguera, al calor de la cual calentarse los pies y secar sus mocasines y calcetines de lana. Se detuvo a estudiar el cauce del río, y decidió que la corriente de agua venía de la derecha. Reflexionó unos instantes, sin dejar de frotarse las mejillas y la nariz, y luego dio un pequeño rodeo por la izquierda, pisando con cautela y asegurándose cuidadosamente de dónde ponía los pies. Una vez pasado el peligro se metió en la boca una nueva porción de tabaco y reemprendió su camino.

En el curso de las dos horas siguientes tropezó con varias trampas semejantes. Generalmente la nieve acumulada sobre las lagunas ocultas tenía un aspecto glaseado que advertía del peligro. En una ocasión, sin embargo, estuvo a punto de sucumbir, pero se detuvo a tiempo y quiso obligar al perro a que caminara ante él. El perro no quiso adelantarse. Se resistió hasta que el hombre se vio obligado a empujarlo, y sólo entonces se adentró apresuradamente en la superficie blanca y lisa. De pronto el suelo se hundió bajo sus patas, el perro se ladeó y buscó terreno más seguro. Se había mojado las patas delanteras, y casi inmediatamente el agua adherida a ellas se había convertido en hielo. Sin perder un segundo se aplicó a lamerse las pezuñas, y luego se tendió en el suelo y comenzó a arrancar a mordiscos el hielo que se había formado entre los dedos. Así se lo dictaba su instinto. Permitir que el hielo continuara allí acumulado significaba dolor. Él no lo sabía, simplemente obedecía a un impulso misterioso que surgía de las criptas más profundas de su ser.

Pero el hombre sí lo sabía, porque su juicio le había ayudado a comprenderlo, y por eso se quitó la manopla de la mano derecha y ayudó al perro a quitarse las partículas de hielo. Se asombró al darse cuenta de que no había dejado los dedos al descubierto más de un minuto y ya los tenía entumecidos. Sí, señor, hacía frío. Se volvió a enfundar la manopla a toda prisa y se golpeó la mano con fuerza contra el pecho.

A las doce, la claridad era mayor, pero el sol había descendido demasiado hacia el sur en su viaje invernal, como para poder asomarse sobre el horizonte. La tierra se interponía entre él y el Arroyo Henderson, donde el hombre caminaba bajo un cielo despejado, sin proyectar sombra alguna. A las doce y media en punto llegó a la bifurcación. Estaba contento de la marcha que llevaba. Si seguía así, a las seis estaría con sus compañeros. Se desabrochó la chaqueta y la camisa y sacó el almuerzo La acción no le llevó más de un cuarto de minuto y, sin embargo, notó que la sensibilidad huía de sus dedos. No volvió a ponerse la manopla; esta vez se limitó a sacudirse los dedos contra el muslo una docena de veces. Luego se sentó sobre un tronco helado a comerse su almuerzo. El dolor que le había provocado sacudirse los dedos contra las piernas se desvaneció tan pronto que se sorprendió. No había mordido siquiera la primera galleta. Volvió a sacudir los dedos repetidamente y esta vez los enfundó en la manopla, descubriendo, en cambio, la mano izquierda. Trató de hincar los dientes en la galleta, pero la mordaza de hielo le impidió abrir la boca. Se había olvidado de hacer una hoguera para derretirla. Se rió de su descuido, y mientras se reía notó que los dedos que había dejado a la intemperie se le habían quedado entumecidos. Sintió también que las punzadas que había sentido en los pies al sentarse se hacían cada vez más tenues. Se preguntó si sería porque los pies se habían calentado o porque habían perdido sensibilidad. Trató de mover los dedos de los pies dentro de los mocasines y comprobó que los tenía entumecidos.

Se puso la manopla apresuradamente y se levantó. Estaba un poco asustado. Dio una serie de patadas contra el suelo, hasta que volvió a sentir las punzadas de nuevo. Sí, señor, hacía frío, pensó. Aquel hombre del Arroyo del Sulfuro había tenido razón al decir que en aquella región el frío podía ser estremecedor. ¡Y pensar que cuando se lo dijo él se había reído! No había vuelta que darle, hacía un frío de mil demonios. Paseó de arriba a abajo dando fuertes patadas en el suelo y frotándose los brazos con las manos, hasta que volvió a calentarse. Sacó entonces los fósforos y comenzó a preparar una hoguera. En el nivel más bajo de un arbusto cercano encontró un depósito de ramas acumuladas por el deshielo la primavera anterior. Estaban completamente secas y se avenían perfectamente a sus propósitos. Añadiendo ramas poco a poco a las primeras llamas logró hacer una hoguera perfecta; a su calor se derritió la mordaza de hielo y pudo comerse las galletas. De momento había logrado vencer al frío del exterior. El perro se solazó al fuego y se tendió sobre la nieve a la distancia precisa para poder calentarse sin peligro de quemarse.

Cuando el hombre terminó de comer llenó su pipa y fumó sin apresurarse. Luego se puso las manoplas, se ajustó las orejeras y comenzó a caminar siguiendo la orilla izquierda del arroyo. El perro, desilusionado, se resistía a abandonar el fuego. Aquel hombre no sabía lo que hacía.

Probablemente sus antepasados ignoraban lo que era el frío, el auténtico frío, el que llega a los ciento setenta grados bajo el punto de congelación. Pero el perro sí sabía; sus antepasados lo habían experimentado y él había heredado su sabiduría. Él sabía que no era bueno ni sensato echarse al camino con aquel frío salvaje. Con ese tiempo lo mejor era acurrucarse en un agujero en la nieve y esperar a que una cortina de nubes ocultara el rostro del espacio exterior de donde procedía el frío. Pero entre el hombre y el perro no había una auténtica compenetración. El uno era siervo del otro, y las únicas caricias que había recibido eran las del látigo y los sonidos sordos y amenazadores que las precedían. Por eso el perro no hizo el menor esfuerzo por comunicar al hombre sus temores. Su suerte no le preocupaba; si se resistía a abandonar la hoguera era exclusivamente por sí mismo. Pero el hombre silbó y le habló con el lenguaje del látigo, y el perro se pegó a sus talones y lo siguió.

El hombre se metió en la boca una nueva porción de tabaco y dio comienzo a otra barba de ámbar. Pronto su aliento húmedo le cubrió de un polvo blanco el bigote, las cejas y las pestañas. No había muchos manantiales en la orilla izquierda del Henderson, y durante media hora caminó sin hallar ninguna dificultad. Pero de pronto sucedió. En un lugar donde nada advertía del peligro, donde la blancura ininterrumpida de la nieve parecía ocultar una superficie sólida, el hombre se hundió. No fue mucho, pero antes de lograr ponerse de pie en terreno firme se había mojado hasta la rodilla.

Se enfureció y maldijo en voz alta su suerte. Quería llegar al campamento a las seis en punto y aquel percance representaba una hora de retraso. Ahora tendría que encender una hoguera y esperar a que se le secaran los pies, los calcetines y los mocasines. Con aquel frío no podía hacer otra cosa, eso sí lo sabía. Trepó a lo alto del terraplén que formaba la ribera del riachuelo. En la cima, entre las ramas más bajas de varios abetos enanos, encontró un depósito de leña seca hecho de troncos y ramas principalmente, pero también de algunas ramillas de menor tamaño y de briznas de hierba del año anterior. Arrojó sobre la nieve los troncos más grandes, con objeto de que sirvieran de base para la hoguera e impidieran que se derritiera la nieve y se hundiera en ella la llama que logró obtener arrimando una cerilla a un trozo de corteza de abedul que se había sacado del bolsillo La corteza de abedul ardía con más facilidad que el papel. Tras colocar la corteza sobre la base de troncos, comenzó a alimentar la llama con las briznas de hierba seca y las ramas de menor tamaño.

Trabajó lentamente y con cautela, sabedor del peligro que corría. Poco a poco, conforme la llama se fortalecía, fue aumentando el tamaño de las ramas que a ella añadía. Decidió ponerse en cuclillas sobre la nieve para poder sacar la madera de entre las ramas de los abetos y aplicarlas directamente al fuego. Sabía que no podía permitirse un solo fallo. A setenta y cinco grados bajo cero y con los pies mojados no se puede fracasar en el primer intento de hacer una hoguera. Con los pies secos siempre se puede correr media milla para restablecer la circulación de la sangre, pero a setenta y cinco bajo cero es totalmente imposible hacer circular la sangre por unos pies mojados. Cuanto más se corre, más se hielan los pies.

Esto el hombre lo sabía. El veterano del Arroyo del Sulfuro se lo había dicho el otoño anterior, y ahora se daba cuenta de que había tenido razón. Ya no sentía los pies. Para hacer la hoguera había tenido que quitarse las manoplas, y los dedos se le habían entumecido también. El andar a razón de cuatro millas por hora había mantenido bien regadas de sangre la superficie del tronco y las extremidades, pero en el instante en que se había detenido, su corazón había aminorado la marcha. El frío castigaba sin piedad en aquel extremo inerme de la tierra y el hombre, por hallarse en aquel lugar, era víctima del castigo en todo su rigor. La sangre de su cuerpo retrocedía ante aquella temperatura extrema. La sangre estaba viva como el perro, y como el perro quería ocultarse, ponerse al abrigo de aquel frío implacable. Mientras el hombre andaba a cuatro millas por hora obligaba a la sangre a circular hasta la superficie, pero ahora ésta, aprovechando su inacción, se retraía y se hundía en los recovecos más profundos de su cuerpo. Las extremidades fueron las primeras que notaron los efectos de su ausencia. Los pies mojados se helaron, mientras que los dedos expuestos a la intemperie perdieron sensibilidad, aunque aún no habían empezado a congelarse. La nariz y las mejillas estaban entumecidas, y la piel del cuerpo se enfriaba conforme la sangre se retiraba.

Pero el hombre estaba a salvo. El hielo sólo le afectaría los dedos de los pies y la nariz, porque el fuego comenzaba ya a cobrar fuerza. Lo alimentaba ahora con ramas del grueso de un dedo. Un minuto más y podría arrojar a él troncos del grosor de su muñeca. Entonces se quitaría los mocasines y los calcetines y mientras se secaban acercaría a las llamas los pies desnudos, no sin antes frotarlos, naturalmente, con un puñado de nieve. La hoguera era un completo éxito. Estaba salvado. Recordó el consejo del veterano del Arroyo del Sulfuro y sonrió. El anciano había enunciado con toda seriedad la ley según la cual por debajo de cincuenta grados bajo cero no se debe viajar solo por la región del Klondike. Pues bien, allí estaba él; había sufrido el accidente más temido, iba solo, y, sin embargo, se había salvado. Abuelos veteranos, pensó, eran bastante cobardes, al menos algunos de ellos. Mientras no se perdiera la cabeza no había nada que temer. Se podía viajar solo con tal de que se fuera hombre de veras. Aun así era asombrosa la velocidad a que se helaban la nariz y las mejillas. Nunca había sospechado que los dedos pudieran quedar sin vida en tan poco tiempo. Y sin vida se hallaban los suyos porque apenas podía unirlos para coger una rama y los sentía lejos, muy lejos de su cuerpo. Cuando trataba de coger una rama tenía que mirar para asegurarse con la vista de que había logrado su propósito. Entre su cerebro y las yemas de sus dedos quedaba escaso contacto.

Pero todo aquello no importaba gran cosa. Allí estaba la hoguera crujiendo y chisporroteando y prometiendo vida con cada llama retozona. Trató de quitarse los mocasines. Estaban cubiertos de hielo. Los gruesos calcetines alemanes se habían convertido en láminas de hierro que llegaban hasta media pantorrilla. Los cordones de los mocasines eran cables de acero anudados y enredados en extraña confabulación. Durante unos momentos trató de deshacer los nudos con los dedos; luego, dándose cuenta de la inutilidad del esfuerzo, sacó su cuchillo.

Pero antes de que pudiera cortar los cordones ocurrió la tragedia. Fue culpa suya o, mejor dicho, consecuencia de su error. No debió hacer la hoguera bajo las ramas del abeto. Debió hacerla en un claro. Pero le había resultado más sencillo recoger el material de entre las ramas y arrojarlo directamente al fuego. El árbol bajo el que se hallaba estaba cubierto de nieve. El viento no había soplado en varias semanas y las ramas estaban excesivamente cargadas. Cada brizna de hierba, cada rama que cogía, comunicaba al árbol una leve agitación, imperceptible a su entender, pero suficiente para provocar el desastre. En lo más alto del árbol una rama volcó su carga de nieve sobre las ramas inferiores, y el impacto multiplicó el proceso hasta acumularse toda la nieve del árbol sobre las ramas más bajas. La nieve creció como en una avalancha y cayó sin previo aviso sobre el hombre y sobre la hoguera. El fuego se apagó. Donde pocos momentos antes había crepitado, no quedaba más que un desordenado montón de nieve fresca.

El hombre quedó estupefacto. Fue como si hubiera oído su sentencia de muerte. Durante unos instantes se quedó sentado mirando hacia el lugar donde segundos antes ardiera un alegre fuego. Después se tranquilizó. Quizá el veterano del Arroyo del Sulfuro había tenido razón. Si tuviera un compañero de viaje, ahora no correría peligro. Su compañero podía haber encendido el fuego. Pero de este modo sólo él podía encender otra hoguera y esta segunda vez un fallo sería mortal. Aun si lo lograba, lo más seguro era que perdería para siempre parte de los dedos de los pies. Debía tenerlos congelados ya, y aún tardaría en encender un fuego.

Estos fueron sus pensamientos, pero no se sentó a meditar sobre ellos. Mientras merodeaban por su mente no dejó de afanarse en su tarea. Hizo una nueva base para la hoguera, esta vez en campo abierto, donde ningún árbol traidor pudiera sofocarla. Reunió luego un haz de ramillas e hierbas secas acumuladas por el deshielo. No podía cogerlas con los dedos, pero sí podía levantarlas con ambas manos, en montón. De esta forma cogía muchas ramas podridas y un musgo verde que podría perjudicar al fuego, pero no podía hacerlo mejor. Trabajó metódicamente; incluso dejó en reserva un montón de ramas más gruesas para utilizarlas como combustible una vez que el fuego hubiera cobrado fuerza. Y mientras trabajaba, el perro lo miraba con la ansiedad reflejándose en los ojos, porque lo consideraba el encargado de proporcionarle fuego, y el fuego tardaba en llegar.

Cuando todo estuvo listo, el hombre buscó en su bolsillo un segundo trozo de corteza de abedul. Sabía que estaba allí, y aunque no podía sentirla con los dedos la oía crujir, mientras revolvía en sus bolsillos. Por mucho que lo intentó no pudo hacerse con ella. Y, mientras tanto, no se apartaba de su mente la idea de que cada segundo que pasaba los pies se le helaban más y más. Comenzó a invadirlo el pánico, pero supo luchar contra él y conservar la calma. Se puso las manoplas con los dientes y blandió los brazos en el aire para sacudirlos después con fuerza contra los costados. Lo hizo primero sentado, luego de pie, mientras el perro lo contemplaba sentado sobre la nieve con su cola peluda de lobo enroscada en torno a las patas para calentarlas, y las agudas orejas lupinas proyectadas hacia el frente. Y el hombre, mientras sacudía y agitaba en el aire los brazos y las manos, sintió una enorme envidia por aquella criatura, caliente y segura bajo su cobertura natural.

Al poco tiempo sintió la primera señal lejana de un asomo de sensación en sus dedos helados. El suave cosquilleo inicial se fue haciendo cada vez más fuerte hasta convertirse en un dolor agudo, insoportable, pero que él recibió con indecible satisfacción. Se quitó la manopla de la mano derecha y se dispuso a buscar la astilla. Los dedos expuestos comenzaban de nuevo a perder sensibilidad. Luego sacó un manojo de fósforos de sulfuro. Pero el tremendo frío había entumecido ya totalmente sus dedos. Mientras se esforzaba por separar una cerilla de las otras, el paquete entero cayó al suelo Trató de recogerlo, pero no pudo. Los dedos muertos no podían ni tocar ni coger. Ejecutaba cada acción con una inmensa cautela. Apartó de su mente la idea de que los pies, la nariz y las mejillas se le helaban a enorme velocidad, y se entregó en cuerpo y alma a la tarea de recoger del suelo las cerillas. Decidió utilizar la vista en lugar del tacto, y en el momento en que vio dos de sus dedos debidamente colocados uno a cada lado del paquete, los cerró, o mejor dicho quiso cerrarlos, pero la comunicación estaba ya totalmente cortada y los dedos no obedecieron. Se puso la manopla derecha y se sacudió la mano salvajemente sobre la rodilla. Luego, utilizando ambas manos, recogió el paquete de fósforos entre un puñado de nieve y se lo colocó en el regazo. Pero con esto no había conseguido nada. Tras una larga manipulación logró aprisionar el paquete entre las dos manos enguantadas, y de esta manera lo levantó hasta su boca. El hielo que sellaba sus labios crujió cuando con un enorme esfuerzo consiguió separarlos. Contrajo la mandíbula, elevó el labio superior y trató de separar una cerilla con los dientes. Al fin lo logró, y la dejó caer sobre las rodillas. Seguía sin conseguir nada. No podía recogerla. Al fin se le ocurrió una idea. La levantó entre los dientes y la frotó contra el muslo. Veinte veces repitió la operación, hasta que logró encender el fósforo. Sosteniéndolo aún entre los dientes lo acercó a la corteza de abedul, pero el vapor de azufre le llegó a los pulmones y le causó una tos espasmódica. El fósforo cayó sobre la nieve y se apagó.

El veterano del Arroyo del Sulfuro tenía razón, pensó el hombre en el momento de resignada desesperación que siguió al incidente. A menos de cincuenta grados bajo cero se debe viajar siempre con un compañero. Dio unas cuantas palmadas, pero no notó en las manos la menor sensación. Se quitó las manoplas con los dientes y cogió el paquete entero de fósforos con la base de las manos. Como aún no tenía helados los músculos de los brazos pudo ejercer presión sobre el paquete. Luego frotó los fósforos contra la pierna. De pronto estalló la llama. ¡Sesenta fósforos de azufre ardiendo al mismo tiempo! No soplaba ni la brisa más ligera que pudiera apagarlos. Ladeó la cabeza para escapar a los vapores y aplicó la llama a la corteza de abedul. Mientras lo hacía notó una extraña sensación en la mano. La carne se le quemaba. A su olfato llegó el olor y allá dentro, bajo la superficie, lo sintió. La sensación se fue intensificando hasta convertirse en un dolor agudo. Y aún así lo soportó manteniendo torpemente la llama contra la corteza que no se encendía porque sus manos se interponían, absorbiendo la mayor parte del fuego.
Al fin, cuando no pudo aguantar más, abrió las manos de golpe. Los fósforos cayeron chisporroteando sobre la nieve, pero la corteza de abedul estaba encendida. Comenzó a acumular sobre la llama ramas y briznas de hierba. No podía seleccionar, porque la única forma de transportar el combustible era utilizando la base de las manos. A las ramas iban adheridos fragmentos de madera podrida y de un musgo verde que arrancó como pudo con los dientes. Cuidó la llama con mimo y con torpeza. Esa llama significaba la vida, y no podía perecer. La sangre se retiró de la superficie de su cuerpo, y el hombre comenzó a tiritar y a moverse desarticuladamente. Un montoncillo de musgo verde cayó sobre la llama. Trató de apartarlo, pero el temblor de los dedos desbarató el núcleo de la hoguera. Las ramillas se disgregaron. Quiso reunirlas de nuevo, pero a pesar del enorme esfuerzo que hizo por conseguirlo, el temblor de sus manos se impuso y las ramas se disgregaron sin remedio. Cada una de ellas elevó en el aire una pequeña columna de humo y se apagó. El hombre, el encargado de proporcionar el fuego, había fracasado. Mientras miraba apáticamente en torno suyo, su mirada recayó en el perro, que sentado frente a él, al otro lado de los restos de la hoguera, se movía con impaciencia, levantando primero una pata, luego la otra, y pasando de una a otra el peso de su cuerpo.

Al ver al animal se le ocurrió una idea descabellada. Recordó haber oído la historia de un hombre que, sorprendido por una tormenta de nieve, había matado a un novillo, lo había abierto en canal y había logrado sobrevivir introduciéndose en su cuerpo. Mataría al perro e introduciría sus manos en el cuerpo caliente, hasta que la insensibilidad desapareciera. Después encendería otra hoguera. Llamó al perro, pero el tono atemorizado de su voz asustó al animal, que nunca lo había oído hablar de forma semejante. Algo extraño ocurría, y su naturaleza desconfiada olfateaba el peligro. No sabía de qué se trataba, pero en algún lugar de su cerebro el temor se despertó. Agachó las orejas y redobló sus movimientos inquietos, pero no acudió a la llamada. El hombre se puso de rodillas y se acercó a él. Su postura inusitada despertó aún mayores sospechas en el perro, que se hizo a un lado atemorizado.

El hombre se sentó en la nieve unos momentos y luchó por conservar la calma. Luego se puso las manoplas con los dientes y se levantó. Tuvo que mirar al suelo primero para asegurarse de que se había levantado, porque la ausencia de sensibilidad en los pies le había hecho perder contacto con la tierra. Al verle en posición erecta, el perro dejó de dudar, y cuando el hombre volvió a hablarle en tono autoritario con el sonido del látigo en la voz, volvió a su servilismo acostumbrado y lo obedeció. En el momento en que llegaba a su lado, el hombre perdió el control. Extendió los brazos hacia él y comprobó con auténtica sorpresa que las manos no se cerraban, que no podía doblar los dedos ni notaba la menor sensación. Había olvidado que estaban ya helados y que el proceso se agravaba por momentos. Aun así, todo sucedió con tal rapidez que antes de que el perro pudiera escapar lo había aferrado entre los brazos. Se sentó en la nieve y lo mantuvo aferrado contra su cuerpo, mientras el perro se debatía por desasirse.

Aquello era lo único que podía hacer. Apretarlo contra sí y esperar. Se dio cuenta de que ni siquiera podía matarlo. Le era completamente imposible. Con las manos heladas no podía ni empuñar el cuchillo ni asfixiar al animal. Al fin lo soltó y el perro escapó con el rabo entre las patas, sin dejar de gruñir. Se detuvo a unos cuarenta pies de distancia, y desde allí estudió al hombre con curiosidad, con las orejas enhiestas y proyectadas hacia el frente.

El hombre se buscó las manos con la mirada y las halló colgando de los extremos de sus brazos. Le pareció extraño tener que utilizar la vista para encontrarlas. Volvió a blandir los brazos en el aire golpeándose las manos enguantadas contra los costados. Los agitó durante cinco minutos con violencia inusitada, y de este modo logró que el corazón lanzara a la superficie de su cuerpo la sangre suficiente para que dejara de tiritar. Pero seguía sin sentir las manos. Tenía la impresión de que le colgaban como peso muerto al final de los brazos, pero cuando quería localizar esa impresión, no la encontraba.

Comenzó a invadirle el miedo a la muerte, un miedo sordo y tenebroso. El temor se agudizó cuando cayó en la cuenta de que ya no se trataba de perder unos cuantos dedos de las manos o los pies, que ahora constituía un asunto de vida o muerte en el que llevaba todas las de perder. La idea le produjo pánico; se volvió y echó a correr sobre el cauce helado del arroyo, siguiendo la vieja ruta ya casi invisible. El perro trotaba a su lado, a la misma altura que él. Corrió ciegamente sin propósito ni fin, con un miedo que no había sentido anteriormente en su vida. Mientras corría desesperado entre la nieve comenzó a ver las cosas de nuevo: las riberas del arroyo, los depósitos de ramas, los álamos desnudos, el cielo... Correr le hizo sentirse mejor. Ya no tiritaba. Era posible que si seguía corriendo los pies se le descongelaran y hasta, quizá, si corría lo suficiente, podría llegar al campamento. Indudablemente perdería varios dedos de las manos y los pies y parte de la cara, pero sus compañeros se encargarían de cuidarlo y salvarían el resto. Mientras acariciaba este pensamiento le asaltó una nueva idea. Pensó de pronto que nunca llegaría al campamento, que se hallaba demasiado lejos, que el hielo se había adueñado de él y pronto sería un cuerpo rígido, muerto. Se negó a dar paso franco a este nuevo pensamiento, y lo confinó a los lugares más recónditos de su mente, desde donde siguió pugnando por hacerse oír, mientras el hombre se esforzaba en pensar en otras cosas.

Le extrañó poder correr con aquellos pies tan helados que ni los sentía cuando los ponía en el suelo y cargaba sobre ellos el peso de su cuerpo. Le parecía deslizarse sobre la superficie sin tocar siquiera la tierra. En alguna parte había visto un Mercurio alado, y en aquel momento se preguntó qué sentiría Mercurio al volar sobre la tierra.

Su teoría acerca de correr hasta llegar al campamento tenía un solo fallo: su cuerpo carecía de la resistencia necesaria. Varias veces tropezó y se tambaleó, y al fin, en una ocasión, cayó al suelo. Trató de incorporarse, pero le fue imposible. Decidió sentarse y descansar; cuando lograra poder levantarse andaría en vez de correr, y de este modo llegaría a su destino. Mientras esperaba a recuperar el aliento notó que lo invadía una sensación de calor y bienestar. Ya no tiritaba, y hasta le pareció sentir en el pecho una especie de calorcillo agradable. Y, sin embargo, cuando se tocaba la nariz y las mejillas no experimentaba ninguna sensación. A pesar de haber corrido del modo en que lo había hecho, no había logrado que se deshelaran, como tampoco las manos ni los pies. De pronto se le ocurrió que el hielo debía ir ganando terreno en su cuerpo. Trató de olvidarse de ello, de pensar en otra cosa. La idea despertaba en él auténtico pánico, y tenía miedo al pánico. Pero el pensamiento iba cobrando terreno, afirmándose y persistiendo hasta que el hombre conjuró la visión de un cuerpo totalmente helado. No pudo soportarlo y comenzó a correr de nuevo.
Y siempre que corría, el perro lo seguía, pegado a sus talones. Cuando el hombre se cayó por segunda vez, el animal se detuvo, reposó el rabo sobre las patas delanteras y se sentó a mirarlo con fijeza extraña. El calor y la seguridad de que disfrutaba enojaron al hombre de tal modo que lo insultó hasta que el animal agachó las orejas con gesto contemporizador. Esta vez el temblor invadió al hombre con mayor rapidez. Perdía la batalla contra el hielo, que atacaba por todos los flancos a la vez. El temor lo hizo correr de nuevo, pero no pudo sostenerse en pie más de un centenar de pies. Tropezó y cayó de bruces sobre la nieve. Aquella fue la última vez que sintió el pánico. Cuando recuperó el aliento y se dominó, comenzó a pensar en recibir la muerte con dignidad. La idea, sin embargo, no se le presentó de entrada en estos términos. Pensó primero que había perdido el tiempo al correr como corre la gallina con la cabeza cortada (aquel fue el símil que primero se le ocurrió). Si tenía que morir de frío, al menos lo haría con cierta decencia. Y con esa paz recién estrenada llegaron los primeros síntomas de sopor. ¡Qué buena idea, pensó, morir durante el sueño! Como si le hubieran dado anestesia. El frío no era tan terrible como la gente creía. Había peores formas de morir.

Se imaginó el momento en que los compañeros lo encontrarían al día siguiente. Se vio avanzando junto a ellos en busca de su propio cuerpo. Surgía con sus compañeros de una revuelta del camino y hallaba su cadáver sobre la nieve. Ya no era parte de sí mismo... Había escapado de su envoltura carnal y junto con sus amigos se miraba a sí mismo muerto sobre el hielo. Sí, la verdad es que hacía frío, pensó. Cuando volviera a su país le contaría a su familia y a sus conocidos lo que era aquello. Recordó luego al anciano del Arroyo del Sulfuro. Lo veía claramente con los ojos de la imaginación, cómodamente sentado al calor del fuego, mientras fumaba su pipa.
-Tenías razón, viejo zorro, tenías razón -susurró quedamente el hombre al veterano del Arroyo del Sulfuro.

Y después se hundió en lo que le pareció el sueño más tranquilo y reparador que había disfrutado jamás. Sentado frente a él esperaba el perro. El breve día llegó a su fin con un crepúsculo lento y prolongado. Nada indicaba que se preparara una hoguera. Nunca había visto el perro sentarse un hombre así sobre la nieve sin aplicarse antes a la tarea de encender un fuego. Conforme el crepúsculo se fue apagando, fue dominándolo el ansia de calor, y mientras alzaba las patas una tras otra, comenzó a gruñir suavemente al tiempo que agachaba las orejas en espera del castigo del hombre. Pero el hombre no se movió. Más tarde el perro gruñó más fuerte, y aún más tarde se acercó al hombre, hasta que olfateó la muerte. Se irguió de un salto y retrocedió. Durante unos segundos permaneció inmóvil, aullando bajo las estrellas que brillaban, brincaban y bailaban en el cielo gélido. Luego se volvió y avanzó por la ruta a un trote ligero, hacia un campamento que él conocía, donde estaban los otros proveedores-de-alimento y proveedores-de-fuego.

Jack London

TODAVÍA TENGO MUCHO QUE APRENDER


Aprendí que la mejor manera de apreciar algo es carecer de ello por un tiempo.
Aprendí que nada de valor se obtiene sin esfuerzo.
Aprendí que si tu vida está libre de fracasos es porque no te estás arriesgando lo suficiente.
Aprendí que cada cosa que logré, la había considerado antes como un imposible.
Aprendí que proyectar te proyecta.
Aprendí que la honestidad es la mejor propaganda.
Aprendí que debo ganar el dinero antes de gastarlo.
Aprendí que no debo hablar de mi éxito con personas con menos éxito que yo.
Aprendí que la fama está escrita en el hielo y el sol derrite el hielo.
Aprendí que a menudo me olvido de lo que aprendo, por tanto, debo escribirlo y repasarlo.
Aprendí a no dejar de mirar hacia el futuro.
Aprendí a valorarme sin sobreestimarme.
Aprendí que debo darme ánimo y pensar que: Todavía hay muchos buenos libros que leer, puestas de sol que ver, estrellas que admirar, amigos que visitar...

Todavía hay un día, un lugar, un momento para recordar y la bendición de un amor verdadero, helados de dulce de leche con nueces por saborear, manos firmes que estrechar, sonrisas que regalar, pensamientos que expresar... árboles que plantar y un perro fiel...

Que el invierno puede representar una amenaza, pero luego de él, todo recupera su encanto, porque ese mismo invierno lo riega todo.

Aprendí... que todavía tengo mucho que aprender.

FRASES DE CAMINO 2


Ahora falta que te empeñes en cumplir ese hermoso propósito. Fe, alegría, optimismo. Pero no la sandez de cerrar los ojos a la realidad.

Aleja de ti esos pensamientos inútiles que, por lo menos, te hacen perder el tiempo.

Antes de enseñar hay que hacer.

Aprende a sacar, de las caídas, impulso: de la muerte, vida.

Aprende a tratar a tus hermanos.

Aprovéchame el tiempo.

Aunque la carne se vista de seda, carne se queda. ¡Si supieras lo que vales!...

Calla. Y que tus obras confirmen tu misión.

Chocas con el carácter de aquel o del otro... Necesariamente ha de ser así: no eres moneda de cinco duros que a todos gusta.

Con miedo a ahondar, jamás serás hombre de criterio.

Crécete ante los obstáculos. ¡pasarás a través de los montes!

Cuando no sepas ir adelante, cuando sientas que te apagas, si no puedes echar en el fuego troncos olorosos, echa las ramas y la hojarasca de pequeñas oraciones que sigan alimentando la hoguera.

APARIENCIA


Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.

No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmalazado.

Las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer o ser lo que no son.

Si un hombre te dice que pareces un camello, no le hagas caso; si te lo dicen dos, mírate un espejo.

¡Ah, si nos fuera dado el poder de vernos como nos ven los demás! De cuantos disparates y necedades nos veríamos libres.

En lo que parecemos, todos tenemos un juez; en lo que somos, nadie nos juzga.

Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Fingimos lo que somos; seamos lo que fingimos.

No es oro todo lo que reluce, ni todo lo que anda errante está perdido.

Aparentar tiene más letras que ser.

EL LÍDER HACE CRECER A SU GENTE


El liderazgo auténtico es el del líder que hace crecer a su gente. La naturaleza del hombre es el crecimiento; nacemos para crecer. La vida es crecimiento y nadie tiene derecho a impedir el crecimiento.

LA MEJORA CONTINUA: crecer es mejorar a todas las personas y siempre. El mejorarnos es el crecimiento. Cuando alguien no quiere mejorar está condenado a no crecer, se transforma.
Es un muerto en vida, es un producto terminado, es un jefe tapón, es un hombre amargado y deprimido, es así como nace un antilíder.

EL ANTILÍDER: el antilíder no quiere aprender. Manda aunque mande mal; se siente indispensable. No crece ni deja crecer a los demás. Es incapaz de ser humilde. No es capaz de dar libertad a las personas y siembra desconfianza. No confía en nadie. No quiere que la gente crezca. Está seguro de que siempre tiene razón y cuando no la tiene la arrebata. Critica todo lo que ve, maltrata a la gente. Cría cuervos y destruye su hogar.

EL LÍDER ACRECENTADOR: ser padre es la misión más grande del liderazgo transformador. El que sabe ser padre, sabe ser líder. El que sabe hacer hombres puede edificar empresas. No hay empresa más difícil que edificar seres humanos. El padre es el que modela las almas. Sembrar las semillas de crecimiento es sembrar valores.

LIDERAZGO DE EXCELENCIA: el liderazgo es una función necesaria. Sin líderes las naciones y las familias serían incapaces de salir adelante. El líder de excelencia sabe que hacer crecer a su gente es saber motivar al desarrollo.

LA OPORTUNIDAD DE CRECER: crecer es necesario, pero no a todos se les da la oportunidad. El líder lo sabe y da a todos esa oportunidad. El líder capacita y motiva, pero también crea la oportunidad, dar esta oportunidad es la mejor característica del liderazgo.

CÓMO HACER CRECER A LA GENTE: toda la gente necesita crecer y para ello se necesita estimular su creatividad. Se necesita crear confianza, se necesita esperar lo mejor de la persona. Se necesita dar reconocimiento, estar pendientes de los avances de cada una de las personas.
El líder es un jardinero de almas, siembra valores y riega con motivación y reconocimiento a esas flores, que son el alma de cada persona

El líder tiene la misión histórica de ser el mejor, de dar lo mejor de sí mismo y saber motivar a todos a dar lo mejor de sí mismos.

Humor CHISTES PASTUSOS 22


Dos pastusos van en un carro y uno le dice al otro: bajese y digame si las luces de parqueo funcionan. El pastuso se baja del carro y dice: Ahora si, ahora no, ahora si, ahora no....

Para que pusieron una capilla en el aeropuerto de pasto ? ...para confirmar los vuelos!

Porque estan poniendo unos rieles de ferrocarril en la pista de aterrizaje de pasto ? ...para el tren de aterrizaje!

Un paisa choca a un pastuso que estaba estrenando carro. Para no tener que pagarle le dijo: Fresco pastuso, qu'eso no es sino que soplés por el escape, y se le quita el hundido a tu carrito; y el paisa se va .....Al poco rato pasa otro pastuso y ve al amigo morado, de tanto soplar por el escape. Después de que le cuenta lo que paso, el que llega le dice.. Pero vos si sos bruto, como te va a funcionar si dejastes todas las ventanas abiertas pues....

Por que las mujeres en Pasto andan con una mano en la frente? ....Porque esta de moda usar sombra en los ojos.

Estaban un capitan paisa, un cabo chocoano y un soldado pastuso en mision de inteligencia. Como era zona roja, acordaron camuflarse como cacharreros. Efectivamente, los paro la guerrilla y y les pregunto: -Usted que hace? -soy vendedor. dijo el paisa. Y usted ? Vendedor tambien. dijo el chocoano. Bueno, y tu que? le preguntaron al pastuso. Pues yo tambien soy cacharrero como mi capitan y mi cabo.

Un pastuso le dice a otro " mira mira esa paloma muerta " y el otro mira hacia el cielo y pregunta "donde, donde...?"

Porque los pastusos ponen el celular en el piso? ...Para que no se les caiga la llamada.

Que hace un pastuso colocando hielo sobre un televisor ? ...Congelar la imágen.

Un pastuso se encontro un fosforo, lo prendio, y dijo ¨esta bueno¨ y se lo llevo.

Por que los pastusos no practican esqui alpino? ...Por que no han encontrado la manera de subirse con esqui al pino.

Un pastuso tiró su camión nuevo por un voladero para probar los frenos de aire.

o iba en un carro convertible, se accidentó y vertible se murió.

Un pastuso vio un anuncio de Nivea... y se tapó los ojos.

TRUCOS DE HOGAR 3


Ladrillos cuidados: Si la fachada de tu casa es de ladrillo visto y ha perdido color, mezcla dos partes de aceite de linaza cocido, una parte de aguarrás y aplícalo sobre la pared de ladrillo. ¡Recuperará otra vez su antiguo esplendor!

Mantas de algodón: Si vas a guardar las mantas de algodón hasta la próxima
temporada, ten en cuenta que, si son de colores, hay que lavarlas añadiendo un chorrito de vinagre en el agua del último aclarado. Si son blancas añade un poquito de agua oxigenada. Antes de guardarlas, plánchalas y déjalas un rato fuera del armario para que eliminen la humedad.


Manguera bien conservada: ¿Tienes una bonita terraza, balcón o jardín con plantas y las riegas con manguera? Si es así, para conservarla, debes saber que, después de cada uso, hay que guardarla ampliamente enrollada, vacía de agua y lejos del sol directo. En invierno es preferible que la preserves cubriéndola con un plástico para evitar las heladas, que también hacen mella en la goma.

POEMA A LOS AMIGOS


No puedo darte soluciones
para todos los problemas de la vida,
ni tengo respuesta
para tus dudas o temores,
pero puedo escucharte
y compartirlo contigo.

No puedo cambiar
tu pasado ni tu futuro.
Pero cuando me necesites
estaré junto a ti.

No puedo evitar que tropieces.
Solamente puedo ofrecerte mi mano
para que te sujetes y no caigas.

Tus alegrías.
tus triunfos y tus éxitos
no son míos.
pero disfruto sinceramente
cuando te veo feliz.

No juzgo las decisiones
que tomes en la vida.
me limito a apoyarte
a estimularte
y a ayudarte si me lo pides.

No puedo trazarte límites
dentro de los cuales debes actuar,
Pero sí te ofrezco ese espacio
necesario para crecer.

No puedo evitar tu sufrimiento
cuando alguna pena
te parta el corazón,
Pero puedo llorar contigo
y recoger los pedazos
para armarlo de nuevo.

No puedo decirte quien eres
ni quien deberías ser.
Solamente puedo
amarte como eres
y ser tu amigo.

En estos días pensé
en mis amigos y amigas,
No estabas arriba,
ni abajo ni en medio.

No encabezabas
ni concluías la lista.
No eras el número uno
ni el número final.

Dormir feliz.
Emanar vibraciones de amor.
Saber que estamos aquí de paso.
Mejorar las relaciones.

Aprovechar
las oportunidades.
Escuchar al corazón.
Acreditar la vida.

Y tampoco tengo
la pretensión de ser
el primero
el segundo
o el tercero
de tu lista.

Basta que me quieras como amigo. Gracias por serlo.

J. L. Borges

Humor PASTULANDIA


Un pastuso le dice a otro: -Sembré unas matas de ahuyama y adivine que salió? -Pues ahuyamas. -No, salieron unos marranos y se las comieron.

Un pastuso compra un tiquete para viajar en bus. Al otro día se monta y es el único que va a viajar, ya en el camino empieza a caer un aguacero tremendo y hay una gotera sobre la silla de el. Entonces el chofer le dice: ¿Porqué no cambia de puesto? Y el pastuso le responde: -pero ¿Con quién?

Un pastuso entra a Foto Japón y le dice al que atiende: -Yo tengo dos hijos, una esposa que me engaña, mis padres están muertos, estudié medicina y me gusta el tejo. El señor le responde: -Que bueno, pero usted ¿Por qué me cuenta eso? El pastuso responde: -Porque allá afuera dice: 'Revele su rollo' y reclame un estuche para la cámara.

Un pastuso llega a un restaurante y el mesero le pregunta: -Señor, ¿Vino de la casa? Y el pastuso le responde: -No, del trabajo

Un pastuso se subió a una flota y saco la cabeza por la ventana. Cómo se dio cuenta que los árboles pasaban tan rápido se bajó de la flota y se subió a un árbol para que le rindiera más

Adivinanza pastusa: ¿Que es verde por fuera, verde por dentro y con una pepa de aguacate en el centro? Estaba una señora en el parque Simón Bolívar mirando al lago y le pregunta al que estaba al lado, que era Pastuso: -Señor, ¿será que ese lago es muy profundo? -Pues yo no creo, porque mire donde les da el agua a los patos.

Dos pastusos vinieron a CALI a comprar un carro y preciso compraron un Volkswagen. Cuándo iban por POPAYAN el carro se les apagó y uno de ellos se bajó a revisar el motor y cuando abrió la parte de adelante dijo: -Oiga nos robaron el motor. El otro abrió la parte de atrás y dijo: -No, si los brutos somos nosotros que nos hemos venido en reversa .

El policía de tránsito para a un pastuso y le dice: -¡Deme usted su nombre! -Ah, ¿sí? ¿Y después como me llamo?

Después de un terremoto un amigo pastuso se encuentra con otro y le pregunta: -¿Sufrió mucho tu casa? -No, se cayó inmediatamente

LA INJURIA


Las injurias (del latín iniuria, "ofensa" o "agravio inferido a una persona") son consideradas, en Derecho penal, un delito contra el honor o la buena fama, contemplado en algunas legislaciones, y regulado de forma muy diversa, pero reductible a tres sistemas principales:
Sistema español, que define la injuria como "la acción o expresión que lesionan la dignididad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación" Colombia (art. 337).
Sistema italiano, que considera injuria "la ofensa al honor o al decoro de una persona hecha en su presencia o mediante comunicaciones a ella dirigidas" y difamación las ofensas hechas ante personas distintas al ofendido.
Sistema francés, que diferencia entre injuria -expresión ultrajante que no suponga imputación de hechos- y difamación, imputación de un hecho que atente al honor o a la consideración de la persona.
Esencialmente la injuria es un agravio, ultraje de obra o de palabra, que lesiona la dignidad de persona diferente al que la hace. La injuria es, pues, en síntesis, todo acto que, dirigido a una persona, perjudica su reputación o atenta contra su propia estima o heteroestima y que es conocido por terceros, es decir; un acto lesivo de derechos y con publicidad en un determinado ámbito social. Formalmente, puede consistir en la atribución de unos hechos, en la expresión de palabras soeces, en la ejecución de acciones de menosprecio, en una comparación denigrante, en la burla injustificada, en formular juicios de minusvaloración sobre otro... Con esta formulación tan amplia se puede manifestar que los actos injuriosos son, básicamente, heterogéneos, circunstanciales y de definición cuasi-subjetiva. Además, la injuria consistente en atribuir la comisión de unos hechos a otra persona, será grave cuando se hayan llevado a cabo sabiendo que tales hechos sean inciertos, lo que añade al concepto de injuria el confuso criterio de la veracidad
Corresponde siempre a los tribunales decidir sobre las expresiones que se pueden considerar injuriosas.
Comentarios del abogado:Para que haya realmente delito de injurias debe existir el "animo de injuriar", sabiendo que estás diciendo algo que realmente va a afectar a la dignidad de la otra persona.Antes de interponer una querella, se llama a un acto de conciliación, donde la policía cita a las personas que han cometido injuria para que se detracten de lo dicho.

FASES DE OSCAR WILDE 6


Escojo a mis amigos por su buena apariencia, a mis conocidos por su carácter y a mis enemigos por su razón.

Estar alerta, he ahí la vida; yacer en la tranquilidad, he ahí la muerte.

Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es
en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir.

Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones.

Hablan mucho de la belleza de la certidumbre como si ignorasen la belleza sutil de la duda. Creer es muy monótono; la duda es apasionante.

Hable a toda mujer como si estuviera enamorado de ella y a todo hombre como si le estuviera fastidiando a usted. Y pronto tendrá fama de poseer el más exquisito tacto social.

Haría cualquier cosa por recuperar la juventud... excepto hacer ejercicio, madrugar, o ser un miembro útil de la comunidad.

Hay dos tipos de mujeres: las feas y las que se pintan.

Hay mucho que decir en favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad.

Hay pecados cuya fascinación está más en el recuerdo que en la comisión de ellos.

Hay que elegir a los amigos por su elegancia y su belleza; a los simples camaradas por su manera de ser, y a los enemigos por su inteligencia.

Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti.

Hubiera dado el mundo por haber tenido valor para decir la verdad, para vivir la verdad.

EL HOMBRE NACIO PARA SER LIDER:


El liderazgo personal es un proceso que se aprende. El hombre nació para ser líder: es su naturaleza. Pero eso no significa que nació líder. Significa que nació con todos los talentos, capacidades y atributos necesarios para desarrollar el liderazgo y que nació con un deseo muy íntimo de dirigir, de construir y de superar los problemas de la vida.

El aprendizaje comienza pronto en la vida. Basta observar a un grupo de niños para comprenderlo. Uno de ellos dirige las actividades del grupo un tiempo.

Después otro lo sustituye. El que no puedo, se separa del grupo y trata de atraerse seguidores mediante el señuelo de algo diferente.

A través de la vida toda persona es líder de algo o de alguien o en algunas circunstancias. El liderazgo personal es una cualidad común a todos los hombres.

Cada uno tiene en sí el potencial para su liderazgo personal. Aquellos que descubren las riquezas que la vida les ofrece, aquellos que perciben las oportunidades que les rodean, son quienes han osado utilizar su potencial de liderazgo personal. El liderazgo no es creado por las situaciones, sino por la respuesta del hombre a las situaciones.

TRUCOS DE HOGAR 2


Adiós a las arrugas: A veces, por mucho que planche una prenda parece imposible eliminar sus arrugas. Para que esta tarea sea más fácil, meta en agua helada su ropa más rebelde hasta que se empape. Cuando se haya secado sólo tendrá que volver a plancharla y quedará perfecta.

Bañera sin jabón: Elimine los restos de jabón mezclando agua oxigenada con un poco de bicarbonato. Aplique sobre la superficie.

Ventanas bien pintadas: Logrará pintar los marcos de las ventanas sin manchar el cristal si frota, antes de comenzar la pintura, media cebolla o glicerina en el cristal. Así, la pintura no se adherirá del todo.

Televisor sin polvo: Cuando limpie su televisor, pase un paño empapado en zumo de limón. Evitará de esta manera, sin dañar el aparato, que el polvo se pose en la pantalla.

ANILLO DE COMPROMISO



¿SABES PORQUE EL ANILLO DE COMPROMISO SE USA EN EL CUARTO DEDO?

Existe una leyenda china que lo puede explicar de manera bonita y muy convincente. ...Los pulgares representan a los padres.Los índices representan tus hermanos y amigos.El dedo medio te representa a ti mismo.El dedo anular (cuarto dedo) representa a tu pareja.El dedo meñique representa a los hijos.OK...primero junta tus manos palma con palma, después, une los dedos medios de forma que queden nudillo con nudillo así como se muestra en la imagen....

Ahora intenta separar de forma paralela tus pulgares (representan a los padres), notaras que se abren porque tus padres no están destinados a vivir contigo hasta el día de tu muerte, únelos de nuevo.Ahora intenta separar igual los dedos índices (representan a tus hermanos y amigos), notaras que también se abren porque ellos se van, y tienen destinos diferentes como casarse y tener hijos.Intenta ahora separar de la misma forma los dedos meniques (representan a tus hijos) estos también se abren porque tus hijos crecen y cuando ya no te necesitan se van, únelos de nuevo.Finalmente, trata de separar tus dedos anulares (el cuarto dedo que representa a tu pareja) y te sorprenderás al ver que simplemente no puedes separarlos.. .eso se debe a que una pareja está destinada a estar unida hasta el último día de su vida y es por eso porque el anillo se usa en este dedo.


LEYENDA
Un muchacho entró con paso firme a la joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuviera. El joyero le presentó uno. La hermosa piedra, solitaria, brillaba como un diminuto sol resplandeciente.

El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó luego el precio y se dispuso a pagarlo ¿Se va usted a casar pronto? - Le preguntó el joyero. No - respondió el muchacho - Ni siquiera tengo novia. La muda sorpresa del joyero divirtió al comprador. ,

Es para mi mamá -dijo el muchacho - Cuando yo iba a nacer estuvo sola; alguien le aconsejó que me matara antes de que naciera, así se evitaría problemas; pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas. Muchos.

Fue padre y madre para mí. Fue mi amiga, mi hermana y mi maestra. Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso.

Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella. Quizá después entregue otro anillo de compromiso. Pero será el segundo.

El joyero no dijo nada. Solamente ordenó a su cajera que hiciera al muchacho el descuento aquel que se hacía nada más que a los clientes importantes.


Gracias por su visita.

EnPazyArmonia