Un Sirio se viste de azul si está de
luto, un persa de marrón, como las hojas secas, y un chino de blanco.
Un occidental se suele vestir de negro, color asociado a la oscuridad
de la noche, a la privación de luz y alegría.
Gracias
a Dios eso ha ido cambiando y, poco a poco, también va cambiando la actitud ante la muerte.
Claro
que el proceso es lento y
aún se ve la muerte como la peor desgracia, como fin y como castigo.
Necesitas verla como una amiga que te
lleva a Dios y al
descanso, a la luz y el reencuentro.
Verla como un paso entre vidas, una liberación y un retorno a una dimensión en la
que la vida continua.
Si creces en desapego y cultivas
relaciones no posesivas aceptas la partida sin tanto dramatismo.
Te duele pero no pierdes la fe ni la
paz y procesas tu dolor sin hundirte
en el abismo del desespero.
Morir es renacer.
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