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FRASES PENSAMIENTOS Y REFLEXIONES DE TUCÍDIDES.


Tucídides (en griego: Θουκυδίδης) fue un político destacado de Atenas durante el periodo llamado siglo de Pericles (siglo V a. C.), que llegó a dirigir la facción conservadora o aristocrática, opuesta a la facción popular o democrática de Pericles.

(...) Ni tampoco debemos pensar que hay gran diferencia de un hombre a otro, sino que es más sabio y discreto aquel que muestra su saber en tiempo de necesidad.

(...) Porque así como a la ciudad que tiene quietud y seguridad, le conviene no mudar las leyes y costumbres antiguas, así también a la ciudad que es apremiada y maltratada de otras, le cumple inventar e imaginar cosas nuevas para defenderse; y ésta es la causa porque los atenienses, a causa de la mucha experiencia que tienen, procuran siempre novedades.

(...) También me maravillo de que haya hombre de contraria opinión de lo que está acordado, y quiera mostrar con razones que las injurias y ofensas de los mitilenos no sean útiles y provechosas, y que esto que es bien de nuestra parte, redunde en mal y daño de los aliados. Porque ciertamente, quien quiera que sea el que esto defienda, evidentemente da a entender, o que por gran confianza en su ingenio y elocuencia hará creer a los otros que no entienden las cosas claras por sí mismas, o que, corrompido por dádivas y dinero, procura engañarnos con elocuentes razones.

Aquellos que son más en número vienen a la batalla confiados en sus fuerzas, no en su saber y consejo. Los que son muchos menos y no acuden forzados a pelear poniendo toda su seguridad en su seso y prudencia, van osadamente al encuentro. Y bien considerado, con razón nuestros enemigos nos temen mucho más por esto que por el aparato de guerra que traemos, pues vemos a menudo los más poderosos ser vencidos por los menos, a veces por ignorancia y otras por falta de corazón. Ninguna de ambas cosas se hallará en nosotros.

Así, pues, como hombres valientes y animosos, acordándoos de vuestra virtud y esfuerzo, acometed con ánimo y corazón a vuestros enemigos, y pensad que la necesidad en que podemos encontrarnos es mucho más de temer que las fuerzas y poder de los enemigos.

Buscamos la belleza sin lujo.
Cuanto más, que no debemos llorar porque se pierdan las tierras y posesiones si salvamos nuestras personas, pues las posesiones no adquieren ni ganan a los hombres sino los hombres a las posesiones.

Después que todos estuvieron a punto en orden de batalla, así de una parte como de la otra, cada capitán animaba a sus soldados lo mejor que sabía.
El verdadero, el temible enemigo es el error en el cálculo y en la previsión.
En aprieto y en lugar estrecho no es fácil retirarse en el momento de peligro ni revolver los barcos, que es toda la obra y arte de las naves ligeras y de buenos marineros; antes es forzoso combatir como si estuviesen en tierra firme entre gente de infantería, y en tal caso, los que poseen más naves tienen más ventaja.
Es de suyo obvio que el cálculo, facultad príncipe del estadista, incluye al futuro o, por mejor decirlo, el cálculo es, en grado de excelencia, previsión, puesto que en ello está su principal utilidad.

Estad firmes y quedos en estas rocas y peñas que tenéis por parapetos, y defendeos valerosamente de vuestros enemigos para guardar la plaza y con ella vuestras personas.

La fortaleza de un ejército estriba en la disciplina rigurosa y en la obediencia inflexible a sus oficiales.

La guerra consiste no solamente en las armas, sino también en el dinero, por medio del cual las armas pueden ser útiles y muy provechosas.

Lo que a vosotros toca es que cada cual, dentro de su barco, guarde la ordenanza y sea muy obediente para hacer pronto lo que le fuere mandado, porque las más veces la ocasión de la victoria consiste en la presteza y diligencia en acometer cuando es tiempo.

Los enemigos serán más duros de combatir si les acometemos cuando estén fuera de sus naves, porque viendo que ya no pueden volver atrás sin gran peligro, pelearán mejor.

Los hombres pueden soportar que se elogie a los demás mientras crean que las acciones elogiadas pueden ser ejecutadas también por ellos; pero en caso contrario sienten envidia.

No es el debate el que impide la acción, sino el hecho de no ser instruido por el debate antes de que llegue la hora de la acción.

Quien puede recurrir a la violencia no tiene necesidad de recurrir a la justicia.

Reconocer la pobreza no deshonra a un hombre, pero sí no hacer ningún esfuerzo para salir de ella.

Recordad que el secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje.

Si estos bárbaros creen más seguro espantarnos de lejos con sus voces y alaridos sin exponerse a peligro de batalla, que venir con nosotros a las manos, porque de otra suerte antes vendrían al combate que hacer todas esas amenazas, juzgad el temor que se les puede tener, grande de ver y oír, pero muy pequeño al pelear.

Si sostenéis su ímpetu cuando acometan y os retiráis paso a paso en buen orden, muy pronto estaréis a salvo en lugar seguro y conoceréis por experiencia, para lo venidero, que la natural condición de estos bárbaros es dar de lejos grandes alaridos y amenazar, pero que mostrando osadía los que están dispuestos a recibirlos cuando se les acercan y combaten a la par, muestran su valentía en los pies más que en las manos, procurando huir lo más que pueden para salvarse.

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