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GUATAPÉ ES UNA POSTAL VIVIENTE


Guatapé (Ubicada cerca de la ciudad de Medellín en Colombia – Sur América) es una región de lagos ubicada en el oriente antioqueño que  tiene todo para ser un gran destino: paisajes, un embalse de ensueño y un pueblito.

El paisaje, que parece una postal viviente, es el principal atractivo de Guatapé, municipio de 6.000 habitantes que recibe al año a unos 500.000 turistas.

Es un embalse creado para generar energía eléctrica y por el que se navega plácidamente hasta llegar a islas paradisíacas donde es posible pasar unos inolvidables días de descanso.

Pero hay más. Todas las casas del pueblo cuentan historias a través de zócalos tallados en sus fachadas. Hay buena comida, calidez en la atención y muy buenos precios en los servicios turísticos.

Una enorme y misteriosa piedra, de 220 metros de altura, lo custodia todo. Un sitio para visitar, y para regresar.

Llegué a Guatapé sin muchas pretensiones. Había escuchado hablar de la famosa Piedra del Peñol, que tiene su semejanza -guardando las proporciones- con el cerro de Pan de Azúcar de Río de Janeiro. Pero estando allí me ocurrió lo mejor que le puede pasar a todo viajero: sorprenderse con un lugar insospechado.

La primera parada es en el imponente peñasco. Los buses que viajan desde Medellín (a dos horas de distancia) dejan a los pasajeros a 300 metros de la entrada. Se puede llegar al borde de la piedra caminando, a lomo de mula o en unas simpáticas motos cubiertas, y vistosamente pintadas, llamadas 'motochivas'.

Ahí está la piedra, bella y misteriosa, como si vibrara, invitando a treparse en ella. El ascenso es muy exigente: son 220 metros, aunque se pueden hacer paradas de descanso para tomar un respiro y apreciar las primeras postales del embalse del Peñol-Guatapé. En la mitad del cerro una escultura de la Virgen María alienta al caminante.

A buen ritmo, en 15 minutos se corona la piedra. Luego se entra en una suerte de casa, que es un local de venta de jugos, refrescos y artesanías; en la terraza queda el mirador principal.

Las expresiones de admiración de los turistas, sobre todo de extranjeros, se escuchan en el lugar ante la majestuosidad del paisaje: un lago entre azul y verde turquesa de aguas plácidas por donde se mueven veleros y catamaranes; islas tupidas de pinos frondosos, un cielo pincelado y cabañas como para quedarse a vivir allí para siempre.

"Es lo más hermoso que he visto", dice el tenor español Juan Remon. "Me siento en casa", sigue Silvia, su esposa, británica que compara el paisaje con Lake District, en el sur de Inglaterra.

La vista es asombrosa e inspiradora, pero ya quiero estar abajo, tocar el agua, caminar.

Con la calidez tradicional de los antioqueños, los meseros de los restaurantes invitan a probar sus delicias: bandeja paisa, mondongo y trucha. Además del buen sabor, sorprenden los precios de los platos: 13.000 pesos en promedio. De hecho, los servicios turísticos son muy baratos para el nivel del destino y la buena atención.

Un catamarán festivo, que parece una discoteca a bordo, ofrece recorridos. Prefiero algo más reposado, así que me voy en una lancha que en 15 minutos me descarga en la Isla de la Fantasía, un lugar bordeado de palmeras y cabañitas, ideal para descansar sobre césped fresco o leer un libro a la orilla de este lago artificial de 2.262 hectáreas, capaz de producir el 30 por ciento de energía del país.

Se divisa un horizonte oceánico, un mar infinito de tranquilo oleaje.

Sí, un lago artificial pero no artificioso. La obra de inundación de Guatapé y su vecino, El Peñol, a comienzos de los 70 para construir el embalse, empató perfectamente con el paisaje de la región y dio paso a un paraíso que es visitado al año por 500.000 turistas, el 30 por ciento, extranjeros.

El pueblo, que conserva un ambiente entre bohemio y montañero, es testimonio de la arquitectura antioqueña: casas de balcones con jardines florecidos y calles iluminadas con farolitos.

Pero lo más fascinante es ver las fachadas de las casas, todas con zócalos que cuentan historias de esta población, que cumplirá 200 años el próximo mes. Flores e imágenes religiosas y campesinas hacen parte del 'Pueblo de los Zócalos'.

Ir a Guatapé fue descubrir un destino de categoría internacional del que no se habla tanto como se debería, del que uno se despide con tranquilidad en el alma -con paisajes plasmados en la retina- y con la promesa de regresar.


 

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