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ES INEVITABLE ENVEJECER



Dicen que en esta vida sólo hay dos cosas inevitables: la muerte y los impuestos.

Seguro que a algunos nos gustaría ser como la trucha arco iris, que no envejece.

No creamos que no muere: de eso nadie se escapa. Hay especies de animales, como esta trucha, algunas clases de tortugas y algunos tipos de anfibios que no envejecen o lo hacen de un modo que ni se nota. De hecho, según los expertos existen tres formas de envejecer: el envejecimiento rápido, el insignificante y el gradual.

El primero es un claro ejemplo del “vive deprisa, muere joven y serás un bonito cadáver”. El salmón y la lamprea son dos animales que envejecen rápidamente y mueren súbitamente. La langosta americana se encuentra en el polo diametralmente opuesto al salmón, el James Dean de los peces: crece continuamente incluso en la fase adulta. Las platijas son unos peces especiales: no parece haber evidencia de que envejezcan. ¡A cuántos no les gustaría ser como ellas! Pero somos mamíferos y, como sucede con la mayoría de los vertebrados, envejecemos gradualmente hasta que acabamos donde nadie quiere ir.

Esto hace que nos afanemos por encontrar la fuente de la eterna juventud, hoy rebautizada por la industria cosmética como tratamientos de antienvejecimiento para que, como decía Mafalda, los “yas” parezcan “todavías”. Pero ninguno de esos potingues hace lo que dice: el envejecimiento es irreversible. Esos tratamientos consisten en pintar la chapa de un coche viejo, que seguirá siendo viejo y tendrá los achaques que no tenía en su juventud. ¡Qué triste! Pagamos a precio de oro por parecer jóvenes… Además, dicen que seremos más felices. Yo comparto más la postura de Gary Cooper: el hombre feliz es aquel que, durante el día por su trabajo y a la noche por su cansancio, no tiene tiempo de pensar en sus cosas.

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