Hubo
una vez un hombre bondadoso y rico que al cumplir muchos años pensó dejar a
cargo de sus cosas a algún joven inteligente y honesto. Comentando un día su
decisión y las ganas que tenía de no equivocarse en la elección, un buen amigo
le dio este consejo:
- La próxima vez que vendas algo, cuando des el dinero del cambio, entrega como por
descuido la moneda del menor valor. Aquel que te la devuelva sabrás que
es honrado.
El hombre rico agradeció mucho el consejo, y pensando que
era una buena idea y fácil de realizar, decidió ponerla en práctica. No contaba
con que uno de los presentes, un vecino que se hacía pasar por amigo pero en verdad le envidiaba
enormemente, contrató los favores de un hechicero, a quien encargó encantar las
pequeñas monedas que poseía el anciano de modo que cualquiera que mirase
una de aquellas monedas tocadas por él, viera en ella no una moneda corriente,
sino aquello que más quería en el mundo. Confiaba el malvado en que nadie devolviera la moneda
y el viejo se desesperase, y entonces dejase a un sobrino suyo administrar
todos sus negocios.
Todo resultó según lo planeado por el envidioso comerciante,
y ni uno solo de los que hablaron con el anciano fue capaz de devolver la
triste moneda: unos veían en ella el mayor diamante o piedra preciosa, otros
una obra de arte, otros una reliquia y algunos incluso una pócima curativa
milagrosa. Medio rendido
en su intento por encontrar alquien honrado, su envidioso vecino aprovechó para
enviar al sobrino advirtiéndole cuidadosamente para que devolviese la moneda.
El sobrino fue decidido a hacerlo, pero al recibir la moneda, vio en ella todas las posesiones y títulos
de su tío, y creyendo que todo lo que le había contado su tío era un engaño,
marchó con su inútil moneda y su avaricia hacia ninguna parte, pues cuando su
tío se enteró de la traición lo despidió para siempre.
El anciano, deprimido y enfermo, decidió llamar a sus
sirvientes antes de morir, y les entregó algunos bienes para que pudieran vivir
libremente cuando él no estuviera. Entre ellos se encontraba uno muy joven aún, al que entregó una de
aquellas pequeñas monedas por error. El joven, criado a la sombra de
aquel justo y sabio señor a quien quería como un padre, vio en lugar de la
moneda una poderosa medicina que curaría al anciano señor, pues aquello era de
veras lo que más quería en el mundo, y según la vio, entregó la moneda de nuevo
diciendo: "tomad,
señor, esto es para vos; seguro que os sentará bien".
Efectivamente, aquella simple modena actuó como el más
milagroso de los bálsamos, pues el anciano saltó de alegría al haber encontrado
por fin alguien honrado, y
le llenaba de gozo comprobar que siempre había estado en su propia casa.
Y así,
el joven sirviente pasó a administrar con gran justicia, generosidad y honradez
todos los bienes del anciano, quien siguió acompañándole y aconsejándole como a
un hijo por muchos años.
PORQUE NO HUBO CONFIANZA DE PARTE DEL TIO HACIA EL SOBRINO?
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