Tú
no eres tu apellido, tu color de ojos o piel.
No
eres el colegio al que tuviste el privilegio de ir, un título universitario, tu
"éxito laboral", ni el cargo que tengas donde trabajas.
No
eres el carro que manejas ni la casa donde vives; no eres tus viajes, todo lo
que te compras, ni tu dinero.
No eres la "imagen o status" que quieres
de-mostrar en las redes sociales.
No eres con quien te casaste, ni los "estándares
sociales" que sigues.
Nada de eso te hace mejor que nadie, porque nada de eso
habla de quién eres tú en verdad.
Tú
*ERES la amabilidad* que expresas al hablar, *el perdón* que otorgas cuando te
ofenden y *la empatía* sincera que tengas ante cualquiera que pasa un difícil
momento.
Eres
*la generosidad* que tengas al compartir lo que no te sobra con otro,
eres *la tolerancia* ante alguien que te impacienta y *la humildad* de no hacer
sentir a otros menos que tú.
Eres
*la inclusión* al no discriminar a otros por sus gustos, costumbres o
posición, eres *la gentileza* que tengas hacia otro que no pueda hacer nada por
ti; eres *la bondad* que muestres ante un niño, un adulto mayor o una mascota.
Eres
*la inteligencia* emocional que proyectas al pensar antes de hablar para
no herir a otros.
Eres
*la sonrisa* que le brindas al desconocido que pasa a tu lado caminando
o *el abrazo* honesto que compartes con otro ser humano.
Eres
*la madurez* y consecuencia con la que llevas la vida, en lo que dices y
en lo que haces.
Eres
*la sinceridad* cuando miras al otro a los ojos y le dices te amo, no
por inercia sino sabiendo todo lo que amar de verdad significa.
Eres
*la fortaleza* que haz construido, la bondad que obsequias, la forma en
que en plena conciencia percibes la vida, tu vida.
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