En 1824
Beethoven se consagra con su genial Novena Sinfonía en la que innova de modo
deslumbrante.
Los
solistas y el coro cantan los versos del poeta Schiller: Alegría, hermosa
chispa divina, hija del Eliseo.
El
Eliseo o los Campos Elíseos son el sinónimo mítico del cielo en la fe, el
paraíso de los dioses.
A pesar de su sordera el Maestro
Beethoven invita a los humanos a la alegría, no a la tristeza o el desespero.
Es como si nos dijera: No obstante las
penas, siempre hay razones para confiar y estar alegres.
¿Acaso
hay algo más funesto para un compositor musical que el drama de la sordera
unida a su soledad?
Pero el
genio de Bonn tenía una fe
firme y un gran amor al arte que lo sostuvieron para no sucumbir.
Pensó
en el suicidio, incluso redactó un testamento, pero se sobrepuso y nos enseñó a vivir sin rendirnos.
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