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A PARTIR DE JULIO LLEGAN LAS BALLENAS

Todos los años, a partir de julio, las hembras de la ballena franca austral (Eubalaena australis) llegan al sur del estado de Santa Catarina (Brasil). Hacen un viaje de miles de kilómetros desde las aguas subantárticas para parir y amamantar a sus crías en aguas poco profundas. Durante varios meses, tanto residentes como turistas las observan desde las playas y los acantilados, y contemplan fascinados el espectáculo de las ballenas jugando con sus crías.*

Gigantes acróbatas marinos
Las hembras pueden medir 16 metros (52 pies) de largo —casi lo mismo que dos autobuses— y llegar a pesar hasta 80 toneladas. Su inmenso cuerpo normalmente es negro, aunque a veces tiene manchas blancas en el vientre. La cabeza es enorme, pues es una cuarta parte de su cuerpo, y la boca es larga y arqueada. La ballena franca no tiene aleta dorsal como otras ballenas. Su cola o aleta caudal es ancha y tiene una hendidura en el centro. A diferencia de los peces, que mueven esta aleta hacia los lados, la ballena la mueve de arriba a abajo. Para cambiar de dirección usa sus aletas pectorales de forma parecida a como un avión usa los alerones para cambiar de rumbo.

A pesar de su increíble tamaño, la ballena franca es muy flexible y realiza acrobacias sorprendentes. “Navega” sacando la cola fuera del agua por largos períodos y dejándose llevar por el viento, como si fuera un barco de vela. También levanta la cola para golpear con dureza el agua. Además salta en el aire y se deja caer sobre un costado, levantando mucha agua al caer, lo que permite verla desde muy lejos.

Características que la hacen única
La ballena franca tiene en la cabeza y sus alrededores callosidades blanquecinas o amarillentas. Estas son áreas de piel engrosada cubiertas por densas poblaciones de ciámidos, pequeños crustáceos conocidos como “piojos de las ballenas”. Karina Groch, directora de investigación de la organización brasileña Proyecto Ballena Franca, comenta: “La forma de las callosidades de cada ballena es única, tal como la huella digital de una persona es única. Esto nos permite identificar a cada una. Cuando llegan a la costa, tomamos fotos de las callosidades y llevamos un registro”.

Para los biólogos es difícil determinar a qué edad mueren las ballenas francas, pues esta especie no tiene dientes. Se calcula que viven como mínimo unos 65 años.*

Una forma de comer muy peculiar
Estas ballenas se alimentan de kril y otros diminutos crustáceos. ¿Cómo lo hacen? Mientras nadan, abren la boca para que entre agua junto con su alimento. A ambos lados de la mandíbula superior tienen centenares de barbas cubiertas de finos pelos en los que se quedan atrapadas sus presas. Con este sistema, la ballena consume hasta dos toneladas de crustáceos al día.

Pasan el verano (enero/febrero) en las aguas del océano Antártico, alimentándose para acumular una gruesa capa de grasa que las aísla de las bajas temperaturas del agua y que les sirve como reserva de alimento cuando emigran.

En la mira de los cazadores
Desde el siglo dieciocho, los balleneros cazaron sin tregua a esta especie en el hemisferio sur. Ya que nadan muy despacio, son fáciles de cazar. Incluso podían cazarlas en frágiles botes de madera con simples arpones de mano. A diferencia de otras ballenas, cuando estas mueren flotan debido a la gran cantidad de grasa que tienen. Eso permitía arrastrarlas fácilmente hasta la playa. De hecho, en inglés se les llama right whale (ballena correcta), porque era la ballena ideal para cazar.

Además, la grasa y las barbas eran muy útiles para hacer algunos artículos en esos tiempos. La grasa se usaba como combustible para las farolas de las calles y como lubricante. Con las barbas se fabricaban varillas para corsés, para sombrillas y paraguas, y látigos para los carros de caballos. De hecho, el valor de las barbas de una sola ballena podría cubrir los gastos de toda una expedición.

A principios del siglo veinte, la caza excesiva redujo dramáticamente la población de ballenas francas, hasta el punto en que dejó de ser un negocio rentable. En Brasil, la última estación ballenera se cerró en 1973. Aunque ha habido una lenta recuperación de algunas especies, otras siguen en grave peligro de extinción.


La ballena franca es definitivamente un ejemplo sobresaliente de la complejidad y diversidad de la vida en la Tierra. Es una prueba del inmenso poder y la increíble sabiduría de quien la creó, el Gran Diseñador, Dios (Salmo 148:7).

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