Se cuenta que tres cantantes
operísticos estaban ensayando en el teatro y, de pronto, un ruido molesto vino
a perturbarlos.
Resulta
que un obrero hacía una reparación y martillaba duro y sin descanso en otra parte
del teatro.
Trataron
en vano de concentrarse en su canto y al fin decidieron ir al lugar del ruido y silenciar al intruso.
Se
pusieron de acuerdo y pidieron al barítono que hablara en nombre de todos
pidiendo respeto y silencio.
Este, ya de camino, iba preparando sus razones para pedirle al otro que se fuera y no los incomodara.
Al
acercarse, el obrero los vio, se bajó de una escalera y antes de que el
barítono hablara, les dijo calmado:
“¿Saben una cosa? Por mi parte no hay
ningún problema, sigan gritando que a mí no me molesta”.
Una estupenda historia para ser tolerantes y tomar
consciencia de las distintas maneras que tenemos de ver la misma
realidad.
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