El
pescado, los moluscos y crustáceos son uno de los alimentos característicos de
la dieta tradicional mediterránea y atlántica, de gran importancia como aporte
de proteínas de gran calidad nutricional, vitaminas (en especial de la vitamina
D) y minerales. A ello suman el aporte de ácidos grasos Omega-3, un tipo de
grasa de demostrado efecto protector frente a los riesgos cardiovasculares.
Una dieta sana es toda aquella
dieta equilibrada, que aporta la cantidad de calorías adecuadas al consumo
energético de la persona, según su edad, actividad física y estado de salud, y
basada en la variedad de los alimentos. El pescado es uno de los componentes que debe de
estar presente en la misma, en forma de varias raciones a la semana.
El
pescado, en especial el pescado azul, como las sardinas, la caballa, el salmón
o el atún, son una fuente muy importante de ácidos grasos omega-3. Los
ácidos grasos omega-3 ayudan a controlar la presión arterial, mejoran la
función cardiaca y reducen el impacto de otros factores de riesgo
cardiovascular.
El consumo habitual de pescado se ha relacionado con un menor riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares, reduciendo
el riesgo de infarto de corazón, de depresión y de demencia senil.
El consumo de pescado en mujeres durante el embarazo, o
en el periodo de lactancia y en los niños durante los primeros años de
desarrollo es una fuente importante de ácidos grasos y yodo necesarios para el
desarrollo del sistema nervioso central.
El pescado es un alimento de fácil digestión, y que
permite múltiples preparaciones de acuerdo a los gustos personales, que aporta
vitaminas tan importantes como la vitamina A y D, y con un adecuado equilibrio
de los distintos nutrientes.
El pescado, los moluscos y crustáceos en el medio
acuático en el que se desarrollan pueden acumular elementos minerales o
contaminantes, de origen natural o artificial, así como padecer parasitosis que
pueden ser un riesgo para
los consumidores de los mismos:
Biotoxinas, acumuladas especialmente por los moluscos
bivalvos (mejillones, vieiras, almejas, navajas entre otros) que se alimentan
del placton marino donde están presentes estas toxinas, el fitoplacton que da
lugar a las llamadas “mareas rojas”. Para evitar que lleguen al consumidor
moluscos con biotoxinas, es
obligatorio que las zonas de producción de estos moluscos tengan programas de
vigilancia y control analítico.
El
exceso de ingesta de mercurio puede afectar al desarrollo del sistema nervioso
en los primeros años de vida,
Los potenciales riesgos del consumo del pesado, moluscos
y crustáceos, se evitan garantizando la adquisición en centros autorizados de
productos correctamente etiquetados, sometiéndolos a una correcta preparación,
y variando el tipo de pescado o molusco que se consume.
El pescado es uno de los alimentos que deben estar presentes en una dieta
equilibrada.
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