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COMO SUPERAR EL MIEDO A QUEDARSE SOLTERO – ANUPTOFOBIA


anuptofobia
Cuando tu objetivo es encontrar pareja
Antiguamente las mujeres estaban obligadas a casarse y tener hijos, ya que si no se convertirían en “solteronas” y eso significaba todo un fracaso.

Afortunadamente cada día son más las mujeres que pueden disfrutar o elegir no estar en pareja. Si bien es cierto que este diagnóstico también afecta al universo masculino, las mujeres son las más aquejadas. Parece que, al acercarse al límite del reloj biológico (de los 30 a los 40), ellas sintieran una desesperación grande al estar sin pareja. El fantasma a quedarse solas o a ser la solterona de la familia se torna en una obsesión. Este tipo de afirmaciones, se fundamentan en la creencia errónea de que el género masculino tiene toda la vida biológica por delante, mientras que las mujeres tienen una fecha de ‘caducidad’ marcada, que bien puede coincidir con el momento en el que socialmente son tachadas de “solteronas”.

Sabemos que el temor a la soltería está condicionado por los valores, la educación y el contexto sociocultural en los que está inmersa una persona. Un individuo que ha logrado su desarrollo y madurez tiene que haber desarrollado la capacidad para poder enfrentar momentos de estar solo, no de aislarse, pero sí poder estar en soledad con armonía. Se da más la angustia en las mujeres porque pesa mucho lo cultural. En España aún somos bastante conservadores y tiene más fuerza aquí, ese tipo de prejuicios e ideas, que en otras sociedades y aunque ya hemos avanzado muchísimo, hay un factor que tiene que ver con el código cultural que nuestra propia familia imprimió en nosotr@s desde edades muy tempranas.

Como Rosita la solterona: “Si sigues con ese carácter te vas a quedar para vestir santos de mayor”. “Desde luego si vas así por la vida con esas ideas no te va a querer ningún hombre” .”Con ese carácter te vas a quedar sola en la vida”. Hasta a modo de broma la frase resulta familiar para muchas mujeres que, mitad en broma y mitad en serio, dejaron filtrar esas ideas en sus vidas, cuando el amor o la relación esperadas no tocaron su puerta.

Entonces el miedo a la soltería apareció bajo su peor fachada: la de la “anuptafobia”.

¿De qué forma me percato de lo que me pasa?
Cuando ese sentimiento de soledad contamina todas las áreas de mi vida, es que es hora de prestarle mucha atención. Por ejemplo, si voy al trabajo y estoy pendiente de conocer a alguien, si me junto con amigos y me siento con la necesidad de ver o generar situaciones para que me presenten a alguien para ver qué pasa. Es decir, estar todo el tiempo pendiente.

Algunos ejemplos de cuando el miedo a la soltería aparece y se transforma en una obsesión

1. Tratan de conformar al otro de tal manera que casi desaparecen como personas. Esto causa falta de deseo en la persona que intentan conquistar, o aburrimiento.

2. Tratan de mostrarse perfectas, autosuficientes. Creen que sus propias necesidades son debilidad y no hay ningún lugar para poder compartir los aspectos más vulnerables de la persona. Su máximo objetivo pasa a ser, el otro como un trofeo que se debe de conseguir a cualquier precio

3. Cuando la pareja no responde comprometidamente, no llama o lo hace a último momento, no plantea ninguna actividad fuera de la cama, no tiene exclusividad sexual, asiente y justifica diciendo que es un poco asocial, que tampoco quiere presionarlo y continúa la relación sin poner límites.

Coaching: Cuando el objetivo es tener pareja
Es mucho lo que se puede hablar de “la pareja” como estructura vincular en sí pero, a lo largo de mi experiencia como coach y terapeuta, he aprendido que hay un punto inicial que es el que hoy quisiera reflexionar para entrar en el tema y que se resume en contestar a la pregunta: ¿Para qué quiero una pareja?

En la respuesta a esta cuestión se desplegarán los elementos que constituyen la pareja: el tiempo, el grado de maduración con la consiguiente capacidad de auto soporte, la capacidad afectiva, económica y el desarrollo de la sexualidad.

La pregunta planteada más arriba tendrá distintas respuestas a lo largo de la vida de un mismo individuo, ya que no es lo mismo querer una pareja para formar una familia para alejarse de los padres, para compartir la vejez,  para cumplir con un ideal social, porque no me animo a estar solo, o como un acompañamiento complementario amoroso.

Probablemente, a lo largo de la vida vayamos encontrando distintas respuestas y el punto que quería señalar hoy también es prestar atención a la estructura de una respuesta que conlleva una significación muy profunda: ¿quiero tener pareja o quiero estar en pareja?

Estar en pareja significa aceptar que básicamente sólo puedo aspirar a tenerme a mí, con todo el trabajo que ello significa a lo largo de la vida. Si la elección de pareja se realiza a partir del ser adulto, la dependencia siempre es, en definitiva, parcial. Sin el otro yo soy. Me gustará más estar con el otro que sin el otro, pero no voy a dejar de ser sin el otro, por más que me cueste pensar que podría vivir sin él o que él podría existir sin mí.

La realización en la pareja nos ayuda a soportar el desamparo existencial, pero estamos mejor posicionados a armar una pareja más sana si aceptamos que el otro está porque quiere y no porque yo “lo hago” estar, igual que yo estoy porque quiero y no porque el otro “me hace” estar.

Se trata de comprender la diferencia entre el amor y la posesión.

“Tener” pareja, en este sentido, apuntaría a la posesión de otro para crear la ilusión de que nunca me sentiré solo.

“Estar” en pareja apunta a aceptar la soledad existencial que a todos nos atraviesa y que intentamos calmar con la placentera compañía de nuestro amado/amada … y el resto de los vínculos que podemos trabajar para construir y que constituyen nuestro universo personal.

Dice Octavio Paz que el amor es la revelación de la libertad del otro. Esa revelación es siempre dolorosa, porque el amado se presenta simultáneamente como un compañero con el cual cohabitar durante nuestra existencia y a la vez seguirá siendo una conciencia impenetrable, y es que sólo podemos aspirar a poseernos a nosotros mismos a través de un trabajo constante y en parte ilusorio.

La naturaleza contradictoria del amor radica en  que amar implica cuidar al otro de mi impulso posesivo.

Lograr acompañarme de mí, aceptar mi soledad existencial, trabajar en la capacidad de estar a solas, me prepara para acompañar y dejarme acompañar  mejor, sin destruir ni dejarme destruir en una relación posesiva.

A menudo en las sesiones de coaching aparece este gran tema y la forma en que lo trabajamos y lo resolvemos puede ser a través de la experiencia grupal o individual. Dar el paso y permitirnos encontrar aquellas respuestas que hemos venido buscando durante tiempo, es el comienzo de una gran aventura, la de saber y aprender a contactar conmigo mismo para poder ser junto a otros.

Recomendaciones

Las personas con este temor a la soledad, deben trabajar su forma de vincularse con los demás y consigo mismos; ver qué le pasa con el temor a la pérdida, con el deseo de conformar a todos. Deben tener en cuenta su autoestima, y pensarse como una persona que no requiere de otra para desarrollarse social y económicamente. Un mejor vínculo consigo mismos, ayuda a no depositar en otra persona su bienestar. Una buena herramienta es hacer algunas sesiones de coaching para trabajar estas recomendaciones como pequeñas metas a conquistar. Es apasionante acompañar estos procesos y ver cómo la persona poco a poco vuelve a conquistar la vida que merece.

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