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TODO PARA LLEGAR A SER POBRE


No ahorre y llegará pronto.

Practicar el hábito del ahorro de manera eficiente debería ser una costumbre entre las personas.

Estos son los “siete pecados capitales” que todo mal ahorrador realiza y que no le permite alcanzar los objetivos que tiene en la vida.

1. No tiene visibilidad. El mal ahorrador es aquella persona que no sabe si al final del mes va a tener dinero en el bolsillo o va a estar preocupado tratando de cubrir sus gastos. El mal ahorrador no tiene visibilidad de lo que va a ser su futuro financiero.

2. Sus egresos superan los ingresos. El mal ahorrador, al no tener ningún registro de sus gastos ni un presupuesto que lo guíe, usualmente consume de manera aleatoria, emocional, y por eso es frecuente que sus gastos superen sus ingresos, por lo que suele recurrir al endeudamiento para tapar los huecos, y a veces el endeudamiento se hace insostenible.

3. Vive el presente. El mal ahorrador no suele pensar en el futuro, nunca planifica, vive el presente y valora mucho el consumo de hoy, mas no el impacto de sus decisiones en el futuro.

4. No considera escenarios negativos. Nunca considera escenarios negativos, como pérdida de trabajo, ausencia de cachuelos, recorte de utilidades, etc. por lo que, de ocurrir, le implicaría afrontar un desbalance financiero total. No contempla, por ejemplo, perder el empleo o pasar por una enfermedad o apuro que requerirá de dinero para afrontarlos adecuadamente.

5. Depende de una sola fuente de ingresos. El mal ahorrador depende de una sola fuente de ingresos. No busca otras posibilidades de diversificar su dinero por lo que lo vuelve muy dependiente a esa única fuente, perdiendo libertad y capacidad de negociación.

6. Gasta. No invierte. El mal ahorrador dispone de su dinero para efectuar gastos más no inversiones. Solo se dedica a comprar productos o servicios que le generen un gasto y que a futuro no representen ningún retorno de inversión.


7. Ahorra sin un propósito, sin una cifra “meta” y solo ahorra con la idea que ese dinero puede servirle para un momento de “emergencia”. Un ahorro efectivo debe tener un propósito, que sirva para lograr o alcanzar un objetivo. El ahorro “per se” carece de sentido.

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