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CAMBIAR DE CREDO


Cuentan que un creyente decidió cambiar de credo, descontento con las fallas de aquel en el que había sido criado.

Creyó que había encontrado la mejor iglesia, es decir, una religión sin errores y en la que sí estaban los puros y los buenos.

Pasaron los años y un día recibió la visita de un amigo que pertenecía al credo que había abandonado y éste le dijo:

¿Dime cómo te sientes y qué conclusión has sacado de la decisión que tomaste hace tiempos?

La respuesta se resumió en estas pocas palabras: “seres humanos dejé y seres humanos encontré”.

Una estupenda historia que refleja a la perfección el engaño de los que creen que la paz interior está en un credo.

En un credo o sin él lo sensato es cuidarse del fanatismo, el sectarismo y todo tipo de juicio.


¡Despierta, si te crees puro y sin tacha! Te acosa el orgullo, juzgas a otros y tu fe te lleva a dividir, no a unir.

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