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LAS AMENAZAS DEL FIN DEL MUNDO


Dan pena esos predicadores que amenazan sin cesar con un próximo fin del mundo y un juicio severo. 

Sufren del mismo síndrome que atormentaba a los cristianos de una ciudad llamada Tesalónica. 

Ellos y, en general los primeros creyentes, esperaban un fin cercano y estaban bien confundidos. 

San Pablo, quien también creía en una venida próxima de Jesús, les escribió dos cartas hacia el año 51. 

En la segunda les pide que vivan sin perturbarse por eso y que perseveren en una fe activa. 

De hecho, algunos se evadían de la vida y de sus compromisos ante los rumores de un próximo fin. 

Qué falla que hoy algunos creyentes caigan en la misma trampa, engañados por predicadores torpes. 

Lo sensato es amar en el ahora y apartarse de credos en los que el miedo, satán el juicio y los diezmos son lo prioritario.


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