Restan 15 minutos a “El Eclipse”, film de
Michelangelo Antonioni: los amantes, echados sobre la hierba, no logran
comunicar ternuras, afectos; él (Alain Delon) es un ave rapaz, corredor de la
Bolsa de Valores, adicto al sexo y el dinero; en ella (Mónica Vitti), el
desasosiego ensombrece cada instante de Vida; sus cuerpos
cálidos se abrazan, pero un abismo de separación crece y crece entre ellos: intentan (como muchos de nosotros) llenar ese vacío con tontos chistes
y frases vanas; alegrías mínimas –tan fugaces como un eclipse...
De cara
al incierto porvenir, pregunta él: “¿Crees
que nos llevaremos bien? ¿Crees que nos casaremos?”; dividida entre un
pasado tan fantasmal como su futuro, ella responde: “a veces, quisiera no haberte querido; a veces, quisiera quererte más”.
No fluye el Amor: sólo miedos que anegan el Alma.
Tienen juventud, belleza, dinero, una amplia y
solitaria campiña para amarse: eligen atarse a neuróticos límites (los
“¿crees..?” de él; los “quisiera…” de ella). Cercan su dicha
con vastas alambradas de desamor; eclipsan la magia de cada instante presente
con sombras de angustia.
Todos nos educamos con muchas mañanas con
pánicos que no sabemos descifrar, con terrores cuyo origen ignoramos. ¿Por qué
me paralizaban?
Las fobias avivan pesadillas, los miedos
impiden cerrar ciclos, las angustias atan nudos en la garganta…
Basta un cachito de Luz, una pequeña lumbre de
Amor… ¡para que la todopoderosa oscuridad se transformara en transitable zona
grisácea!
En las tinieblas –sin antorchas que iluminen
nuestros pasos- se hace difícil avanzar; pero en el titubeante gris, aunque
nuestro paso sea aún vacilante… ya es posible divisar caminos, adivinar formas,
evitar baches que nos harían tropezar…
Al principio, la Luz de mi Verdad era tan
pequeña como la brasa de un cigarrillo que brillara en la impenetrable noche; decidido, enfrenté cada miedo, me planté
firme ante cada incertidumbre que crecía en mi mente; maravillado, descubrí que
cada miedo era una falsa luna que yo mismo había interpuesto entre mi verdadero
Ser y el infinito Sol de la Deidad… ¡y bastaba dejarla orbitar, liberarla
de la absurda parálisis en que yo la había sumido para que la Estrella del Amor
incondicional volviera a brillar en mí!
- No eludas tus miedos
- No te ates a ellos.
- No los magnifiques
- Tampoco los minimices.
- Abórdalos con llana franqueza,
- Descúbrelos con tierna pero rigurosa honradez
- Descubre en medio de las tinieblas cualquier mínimo rayo de Verdad.
¡Porque el único Reino eres tú!
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