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RECETA FAMILIAR



La fórmula para tener un buen hogar se resume en esta frase: «Más sopa».

La primera es la «S» de serenidad. Pase lo que pase, se rompa lo que se rompa, en casa nunca hay que ponerse nervioso. Cuando un hijo suspende o hace un desastre no se gana nada gritando, sino que todo se empeora todavía más. En una situación crítica no hay que dejarse arrastrar por la tensión y tomar decisiones que luego se mostrarán desacertadas. Cuando uno se agobia y pierde la serenidad, hay que recuperar la paz por dentro y por fuera lo antes posible aunque sea dando una vuelta a la manzana. Lo que no podemos hacer es agobiar a los demás con nuestro mal humor o nuestro genio insoportable.

La segunda es la «O» de orden. El orden material de la casa, tanto en la cocina, en la sala de estar, como en las habitaciones e incluso en los armarios: convendrá que haya una leonera para los niños, pero no puede ser toda la casa una leonera. ¡Cuánto ayuda el orden para la convivencia y cuánto daña el desorden!

La tercera es la «P» de puntualidad, que a algunos tanto cuesta. En una casa - con más razón en la de una familia numerosa - tiene que haber un horario que incluya el levantarse de la cama, la hora de comer y de cenar, las horas para llegar habitualmente a casa, para ver la televisión, etc. No puede parecer un cuartel, pero hace falta un horario. Será tarea de todos el empeñarse en llegar a tiempo a las cosas: eso es hacer familia, eso es demostrar con hechos el cariño.

La cuarta es la «A» que corresponde a la alegría y que muchas veces es también el mejor fruto del cuidado de las otras tres. Si en una familia todos procuran estar serenos, hay un cierto orden y una relativa puntualidad, lo lógico es que como se quieren, estén de ordinario alegres. La alegría se traducirá en la sonrisa cariñosa habitual, en las risas a carcajadas a veces, en los besos, abrazos y caricias que expresan el afecto.

¡Qué receta tan fácil! No costará mucho aplicarla en nuestras familias, golpeadas tantas veces por el vendaval de la prisa que hace perder los estribos y acrecentar el malhumor. Serenidad, paz y sosiego; orden, puntualidad y alegría. ¡Resulta tan fácil abrir las manos de par en par para el abrazo e iluminar el semblante con una sonrisa!

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