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LA CRISIS DE LOS 40


¿Mito o realidad? Mientras unos hombres se sienten plenos cuando llegan a los cuarenta años, otros creen que van cuesta abajo. Algunos cambios físicos y emocionales marcan la llegada a esa edad. ¿Qué pasa en el interior de cada persona?

Los primeros síntomas aparecen poco después de la celebración de los 40 años. Intempestivos arranques de vanidad, traducidos en preocupación por el ejercicio y la dieta para bajar la barriga; obsesión por toda suerte de menjurjes para combatir la calvicie; gafas oscuras permanentes para ocultar las ojeras y aparición de prendas de marca en colores hasta ahora inconcebibles en el guardarropa de la víctima.

Luego, más temprano que tarde, el carro familiar es cambiado por uno de mayor potencia, que en lugar de la vieja casetera con Los Panchos recibe cinco Cd’s con música de Madonna o U2...

Así, lo que en un principio parecía un ataque de modernización para acercarse a los hijos adolescentes se convierte, ante la atónita mirada de la esposa, en una metamorfosis kafkiana. O al decir de los franceses, en un hombre poseído por ‘le demon du midi’.

La amenaza del ‘demonio del mediodía’ que se cierne sobre los hombres cuarentones, surge de un incontrolable deseo de prolongar esa juventud que ya ven desaparecer a la vuelta de la esquina. Y aunque los síntomas y la intensidad varían en cada individuo, es un mal contra el cual pocos hombres parecen tener suficientes defensas.

El problema es que puede eventualmente dejar serias consecuencias en la vida personal, conyugal y profesional.

Este irrefrenable deseo por hacer lo que ya no se hizo o vivir fantasías ocultas puede convertir a un juicioso padre de familia en un irresponsable despilfarrador; a un esposo fiel en un conquistador irrefrenable y llevar al ridículo al más serio y prudente empleado.

El fenómeno se conoce también como ‘la crisis de los 40’ y en ella entran tres ingredientes: emocional, existencial y físico.

La llegada al ‘cuarto piso’ lleva a los hombres a profundas reflexiones. Sin duda se trata de una edad crítica, en la que culmina la etapa del crecimiento personal y profesional y empieza la del declive físico que marca el implacable paso del tiempo. Es también el momento de hacer el balance entre lo que se ha logrado y lo que se había soñado. De ahí que el resultado de estas reflexiones sea directamente proporcional a la intensidad de los síntomas.

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